No creo que todo tiempo pasado fue mejor, pero seguro fue muy distinto. Cuando era chico, la mayoría de los padres, no vivían ni por asomo, en función de las necesidades o deseos de sus hijos. Hacían lo que ellos querían y se les antojaba, y nosotros nos adaptábamos sin chistar, sin opinar, menos aún pedir.
Nos criamos con una libertad asombrosa, aunque sabiendo los límites de nuestros actos. El Chirlo tenía más propiedades que el «aloe vera» y se usaba con tres funciones terapéuticas: Como método represivo contras las macanas, como método preventivo y por las dudas.
Otra costumbre, era que las cosas se decían por su nombre, sin importar que sonaran agradables o pedagógicamente correctas.
De grandes, o mejor dicho de padres, descubrimos que el diálogo era más que necesario, que compartir los momentos de la vida de nuestros hijos era fabuloso, aunque generalmente nos excedimos en el dar y nos quedamos cortos en los límites.
Por eso no afirmo que era mejor, sino distinto El trato nuestro con las drogas, también fue de la misma manera. Sabíamos que drogas eran recreativas y que drogas eran pesadas. Sabíamos que unas, generalmente eran la entrada hacia otras y sabíamos exactamente las consecuencias de cada una. Las usábamos o no, pero no nos engañábamos en lo que hacíamos, ni en la consecuencia que tenían las mismas en nuestra salud, en nuestras relaciones, en nuestra familias, en nuestro trabajo, en fin, en nuestra vida.
No se estilaba contar nuestro vicio como una hazaña, o invitar a los cuatro vientos a todos los demás a drogarse. Si era «del palo» se pedía o se convidaba, pero no se hacía una apología pública de un vicio dañino, alentando a la masa a compartirla. Menos aún se trataba de «boludo» al que era sano.
Fue así que tuvimos y tenemos nuestros muertos por las drogas, nuestros quemados, nuestro luchadores, nuestros recuperados, nuestros convalecientes. Eso sí, nos drogáramos o no, nunca fuimos boludos, que frivolicemos el tema, que alabemos el uso de la cocaína o subestimemos su daño o el de las demás drogas que te humillan y quitan la libertad.Sin embargo, la “mayoría” de las nuevas generaciones, criada por nosotros, solventadas en casi toda su vida diaria gustosamente por nosotros, tiene la nuevísima y brillante idea que Drogarse está bárbaro, tomar MDMA (droga sintética que actúa como estimulante y alucinógeno. Produce un efecto energizante, distorsiona la percepción sensorial y temporal y hace que las experiencias sensoriales se sientan más profundamente) es «cool», drogarse con pastillas sintéticas que afecta el sistema nervioso como la cocaína y las anfetaminas no tiene consecuencia alguna, que el que no se droga es un boludo o no está en onda, alentando a que todos se droguen, ya que si todos lo hacen es porque ellos están bien.
Incluso más, se tiene el fenomenal pensamiento que drogarse con MDMA no es drogarse, sino entre otras cosas, sentirse uno o sentir la música de una manera increíble, que meterse químicos en el cuerpo, que no saben que son, ni quien los mezclo, arriesgando sus vidas cada vez que lo toman, es fabuloso e inofensivo.
La lengua castellana posee innumerables adjetivos como imberbes, incautos, imprudentes o insensatos, pero creo que el de boludos los define de manera más leal y acabada, en lo referente a este tema, por supuesto.
Quienes estamos al tanto de este daño y riesgo diario y no lo hablamos, o lo ocultamos, o lo subestimamos, cometemos un error mayor, ya que hacerse el boludo es peor que serlo.No hablo desde afuera, sino con los «pies en el plato», como afectado de esta realidad, como persona que se ha equivocado y sigue fallando, pero sin ser ni hacerme el boludo.
Cuando tengamos el primer o los primeros muertos no busquen culpables en quienes hicieron las pastillas, en quienes las traficaron o compraron, sino en uno mismo, porque quienes somos los DEALER de nuestro hijos somos nosotros, nuestros bolsillos son los que solventan esta conducta suicida y este negocio.
No me interesa tener un like por lo que escribo, sino que lo lean todos los involucrados. A vos que este año nuevo te vas a empastillar, para sentir lo que te parezca, no la caretees, ni le pongas otro nombre. Sos un drogadicto, que no puede divertirse sin drogarse, que te gastas para hacerlo una fortuna que tus padres hacen laburando, que te dañas tu cerebro, la salud y arriesgas tu vida en manos de alguien que ni siquiera conoces. Eso es lo que haces tan «cancheramente,» no otra cosa.
A los padres que lo saben y la luchan como pueden, les mando un gran abrazo. No es fácil ser padres en estos días, y a los que se hacen los boludos, va especialmente este aviso y los mejores deseos para que quienes lucran fabricando drogas sintéticas, utilicen la mezcla menos dañina, así les queman más lentamente las neuronas a nuestros hijos y/o tengan la idoneidad y bondad suficiente para no utilizar una mezcla mortal como ya ha sucedido. Feliz Año para todos.
DOCTOR MARIANO LAFOURCADE
CHARLAS SOBRE ADICCIONES EN CONCORDIA