Al invitado de hoy lo conozco desde los nueve años en el club Hípico. En esas tardes eternas de pelota, paleta, y pileta. Y compartimos las primeras aventuras cuando caía el sol, los bailes en el club, las matinés. Ahhh… eterna y vieja juventud que acampó en mi cabeza tanto tiempo, y que me ha dejado añorando a esa época.
Luego lo encontraba, en la secundaria, en los boliches, los galpones, las carrozas, y en las estudiantinas (impactante postal ofrecía agarrado a un trapo, parado sobre un para avalancha del Ferro, dándole su corazón a la Nacional).
Siempre vacaciones en el Uruguay, pero también un «número puesto» en los veranos litoraleños, domésticos, ahí en el lago o en el río. Obviamente que jugando al Rugby en los campeonatos de «Seven». Jugando y jodiendo. No podía faltar. El siempre aparecía, fiel a nuestro lema, que decía y dice: «hay que estar».
Más tarde me voy a estudiar periodismo deportivo a Buenos Aires y vivíamos a la vuelta, así que subieron las cantidades de comidas, futbol, previas, y salidas compartidas. Ya de grande arranco a vivir afuera y me lo cruzo en Miami. Pero regresa, y en mis venidas nos veíamos. En las celebraciones, cumple «de tal», viene «tal», se casa «tal otro». Y el siempre invitado y ofreciendo ese pasito simple, pero simpaticón y rendidor, que le vi toda mi vida…
También nos juntábamos adrede, iba a su parrilla San Telmo o el venía a los asados de mi casa. Le gusta juntarse con amigos como muy pocos. No falta nunca. Puede tener práctica, otro asado, u otra actividad pero «los parte al medio» y llega con los «pibes», aunque sea para el postre.
He sido testigo ocular de sus Decks, sus fiestas, su abuela Cora, su familia y familiares. Sus asados, sus guisos, sus inventos, sus cumpleaños, casamientos, y ahora siendo un ocupado padre de sus hijos. Y siempre, pero siempre, con su inquebrantable espíritu, y su religioso rugby de «Los Espinillos». Qué alegría siento, mi negro querido, de repasar un poco tu historia, y en el proceso porque no la mía… Vida y obra. Bienvenido Joaquín «El Negro Hormiga» Ortiz, a «La Ley del Deporte»:
«Jajaja. Que haces Lobito querido, llegaste justo, tomate unos mates que están «inmaculados». Mi vieja Graciela tuvo tienda de ropa, era maestra de Capuchinos, después fue de San Antonio, y de la Felipe Gardel. Y mi padre Mario, vendedor de Sciascia y de Bertoni y Simone».
«En casa éramos cuatro hermanos: yo, el mayor, María, «Juanchi» y «Pichi», el menor. Vivíamos en calle Entre Ríos, entre Paraguay y Mendiburu, a la vuelta de la Estación Norte».
«Empecé a jugar al rugby por un primo mío, Matías Bocanegra. Tiene como siete años más que nosotros. Me acuerdo que íbamos a verlo todos en un Renault 12, con un «tornillo» importante, hasta Camba Paso».
«Empezamos, de la escuela, «una banda»: «Nico» Bordoli, «El Tolo» Tolomei, «El Lyon» Devortoli, José «El Papa» Balone, Tomás Rappetti, «El Mono» Inchaupe, Pedro Orlandini, «El Colorado» Buktenica, muchos. Con el tiempo fueron dejando y quedamos solo «El Tolo», «Nico» «Lyon», y yo.
«De Bachillerato iba «El Mono» Rosales, «Larry» Larrarte, y Julián Bacigalupo, que al tiempito dejó. De Comercio estaba Lucas Báez y «El Negro» Ramírez. Y Ezequiel «El Bagre» Rossi de la Técnica…».
«En los veranos empecé a nadar en el Regatas, ahí aprendí. En la colonia de vacaciones, en el pontón. Después me fui al Hípico. Con vos y toda «la banda». Estábamos todo el día ahí, te acordás. Ping pong, fútbol y pileta».
«Y después estaba la camada más chica, que se nos juntaba año por medio: «Nanchi» Von Wernich, «Bebe» Georgio, «Rulo» Bordoli, «El Bolla» Laviñe, «Leo» Erramouspe, «Los Mellizos» Daino, Martín Inchauspe, Gastón Alba, Carlos Martínez, «Leo» Ramírez … (me dice solo los sobrenombres porque sabe que los conozco). M 15 comprendía 14 y 15, y luego en M 17 estaban los de 16 y 17. A medida que cumplías años ibas subiendo…».
«Mi primer entrenador fue Patita» Rodríguez. Él tenía las juveniles, y Diego «El Chino» López, que después lo mataron. Entrenábamos los martes y jueves en el Poli, con unas «heladas»… Y los sábados en el club, que estaba lejos, en Camba Paso. Íbamos de mañana en colectivo y volvíamos al mediodía, o si no, almorzábamos ahí y nos quedábamos hasta la tardecita. Después nos volvíamos con los más grandes».
«Los sábados era lo más divertido, por todo el entorno. A la mañana iban dos colectivos con chicos de rugby y chicas de Hockey, mucha gente. Y a la tarde entrenaba juveniles y primera también de rugby y hockey. En esa época el club estaba lleno, lleno».
«En tercero nos fuimos diecisiete de la Capuchinos porque era una división «muy poco aplicada». Me fui a la Nacional. La pase muy bien. Llegaron de técnica «El Negro» Peralta, «El Turco» Saíd, «Tatán» Román, «Matute» Delsel, «Viruta», otra clase de gente, otra clase social, que me abrió el panorama y me divertí mucho. Cada personajes… Yo me adapto fácilmente a todo. De hecho me fui de viaje de estudios con Nacional, no con Capuchinos».
«Me divertía, armamos un grupo bárbaro. Llegaron Santi Nasiff, «Ale» Garat, Fabián Pratto, «El Guille» Ferrer, Cristian Seguel, «Pato» Piriz, buena gente, copados, y de muchas edades. «La Nacio» fue imborrable».
«Muchos de mis amigos eran de Capuchinos, seguía jugando al rugby, me invitaban a jugar al futbol cinco, a salir, y todo eso. Con los dos, a pesar de que antes era más fácil perder el contacto, en esa época no había celular, WhatsApp, nada».
«De mañana ayudaba en casa, hacía los bancos y los trámites, cocinaba con mi abuela, asi aprendía y me gustaba. O ayudaba en el negocio. Más tarde empecé a laburar con mi tío «Coco» de mañana en «Concordia Clavos», en San Lorenzo y Entre Ríos. Era secretario de él, me daba el móvil, repartía, cobraba…».
«Martes y jueves iba al rugby de noche al Poli, y el viernes de mañana educación física con Nacional, a las ocho, ahí mismo. No me olvido más. Parecía que nunca salía de ahí. Íbamos y nos encontrábamos con los de Técnica. Hacíamos pesas o jugábamos al futbol, no había otra cosa para hacer. Pero «Los Presos» no querían jugar mucho con nosotros porque teníamos jugadores demasiado «pica piedras», muchos rústicos (ja, ja, ja)».
«A los 16 años «El Cabezón» Montorfano nos subió al plantel superior de los Espinillos. A «Nico» a «Lyon», al «Mono» Rosales, al «Larry», y a mí, enseguida, arrancamos a mezclarnos con los más grandes».
«En ese momento en primera no había tantos, jugaba Cristian Canals, «Bingo» Bongo, «Pablito» Giampaolo, Bardelli, «El Puntano», Mariano Salazar, «Guillo» Del Río, «El Colorado» Georgio, «El Caldo» Ferreira, competíamos contra Cucu, Capibá, Rowing, Estudiantes, Tilcara…».
«En M 18 perdimos la final del campeonato contra Estudiantes de Paraná en la cancha del Centro, con un «try» sobre la hora. Fuimos ganando dos veces. Ese año habíamos andado bien. Le ganamos a Rowing allá y acá, a Tilcara allá y acá, y a Capibá allá y acá, esa campaña fue, quizás, la mejor de esa camada, en el año 94″.
«En ese equipo no podía faltar «El Larry», en el fondo, buen tackle y visión de juego, era muy buen fullback, «El Mono» se ponía el equipo al hombro, era «una máquina de tacklear», y Matías Garat tenía una cualidad que agarraba la pelota y no lo podía parar nadie. Iba para adelante. Esos eran los tres pilares, para mí, más importantes, que hacían la diferencia, que podían «romper» el trámite del partido».
«El Chole» y yo le dábamos una mano al «Pecho» Pessolani a entrenar a los infantiles. Entonces nos íbamos de mañana, nos quedábamos a comer en el club con los que quedaban allá, y a la tarde entrenábamos nosotros. Después volvíamos cinco, seis, o siete de la tarde en colectivo. Y al otro día por lo general jugábamos o viajábamos».
«En Espinillos de Camba Paso había baños, vestuarios y un quincho, y vivía un casero. Que nos cuidaba el club, aunque nos vivían robando. Una excelente cancha de rugby, debía ser porque la usábamos una vez por semana y una cancha de hockey. Además, había otra de rugby que se terminó de hacer cuando me fui a vivir a Buenos Aires, y se estaban haciendo la de hockey».
«En Buenos Aires estudie un año, Administración de empresas, hice el CBC, y empiezo a trabajar de cadete, de «che pibe». Ahí aprendí mucho de la calle, a tratar con la gente. Conocí los colectivos, subtes, y trenes, el microcentro me lo conocía «de pe a pa». Me ayudo a prepararme para después, que pase al Banco y ahí estuve cinco años. Primero como vendedor y luego como jefe de personal».
«En Capital empiezo a entrenar en Alumni, por «El Chole», ahí estuve tres o cuatro meses. No me hallé. En Concordia éramos 16 entrenando y allá éramos como 116. Fue un cambio abismal y deje. Ese primer verano hice todos los Seven para Espinillos. Y ahí conocí a los chicos de Los Cedros. Jugaba el hermano del «Chole», «El Chani». Y me invitaron a jugar allá».
«Eso fue todo como Espinillos, me abrieron las puertas, me sentí como en casa. Invité a «El Sobaco» Aramburu, al «El Bolla», ¿A quién más? Al «Pity» Chacón, jugó «El Negrito» Goñe, «El Flaco» Garat un tiempito, «El Negro» Roggero, «Pichón» Giuliani. Fuimos varios de Concordia».
«Y los veranos eran a puro Seven en el río, con un «lorca»… Eran muy esperados el del Lago acá, el de Gualeguaychú en el famoso Ñandubaysal, el de Concepción del Uruguay en Banco Pelay. Con amigos, diversión y buena onda, como una fiesta. La idea siempre es compartir un lindo fin de con los amigos y rivales de todo el año, «en pata y en cuero», y desenchufarte, en un ambiente recreativo y social».
«De «Los Cedros» tengo los mejores recuerdos, me quedaron amigos, con quienes estamos en contacto, hablamos, nos vemos, y chateamos. Nos encontramos en los Seven, o en algún encuentro de veteranos, la mejor».
«En la crisis del 2001 me fui a Miami, vivíamos como trece de Concordia en «La Pequeña Buenos Aires». Con «El Gordo» Politti, «Juano» Delgado, «Gallo» Politti, «Toto» Garat, «Franky» Claret, y otros locos de por ahí. Y fui cocinero en «Señor Frog, ¿te acordás? A mí siempre me gusto la cocina, me relaja, me divierte».
«Cuando volví pusimos una parrilla en calle San Luis, «San Telmo» con «El Polaco» McNeill, que ustedes siempre iban, después laburé en Consumax, en Bermon, y finalmente mi viejo necesitaba ayuda en la agencia de autos Autocam, y me vine, y desde ese momento sigo acá. ¿Si me gusta vender? Y… yo vendí toda la vida».
«Volví y pude jugar un tiempo más en la primera de Espinillos, muchos Seven, argentinos, y después fui técnico de Espinillos. Ahora ayudo a la dirigencia, organizo y juego en los Vizcachones, ya hace un buen número de años».
«Voy al gimnasio de Fer en el Victoria, corro a veces, ruedo la bici de montaña, al tenis con los pibes, pero al rugby siempre, este finde tenemos un encuentro de veteranos en la cancha de la Costanera. Así sean dos minutos… «Hay que estar».
«Por suerte mis tres hijos chiquitos, «Bauty», Agustín, y Joaquina, están yendo a jugar al rugby, en Espinillos y a la pileta del hípico en verano. Quiero que vivan la vida de clubes, lo lindo que la pasamos nosotros, y si la pueden mejorar… mejor».
«Ahora los chicos que juegan al rugby o los compañeros de colegio le preguntan a mis hijos si van a ir al club Hípico este verano: «Che, «Bauty» o «Chucky» van a ir no. Y se organizan y ven con los del rugby, del futbol, o la escuela. Y siguen prendidos con la gente que frecuentan todo el año. No pierden tanto los contactos, como nos pasaba a nosotros antes, y ayuda a que no se pierdan las relaciones y la amistad».
«Siempre estamos entrenando y jugando. Viajamos al Argentino de Veteranos con gente desde 35 hasta 70 años. Toda gente del club, y rememoras historias y anécdotas nuevas y viejas. Acá y afuera. Y te morís de risa desde que salís hasta que volves».
«En el último éramos casi sesenta, así que imaginate. Hay desde viejos fundadores del club hasta los que terminaron de jugar el año pasado y debutaron en «Vizcachones». Imposible pasarla mal, es todo «buenas energías», son cuatro días de fiesta en el colectivo, en el hotel, en la cancha, y en las salidas nocturnas».
«Mi pasión por el club ahora se «energizó» porque mis tres hijos juegan ahí. Yo sigo en Vizcachones, no voy a dejar… Y dando una mano a la comisión directiva, viajando con los chicos, y empujando desde este nuevo lugar».
Este negro formado en el rugby pero que le gustan todos los deportes, tiene tremendo compromiso con sus grupos, nunca falta a los Decks que hacen los muchachos una vez por semana. Pone el cuerpo, los fines para juntarse y compartir. Espíritu de equipo, y amor por el deporte, los amigos, y ahora por sus hijos.
No es la búsqueda del resultado lo que lo impulsa, jamás lo vivió como para ser de elite o se puso a entrenar exacerbadamente para descollar. Si no que disfruta el proceso y el divertimento que va viviendo, para alcanzar un resultado, que es pasarla bien.
«El Hormiga» se entrega con pasión a los amigos, el rugby, y ahora a sus hijos. Su «oro» es su actitud, llena de confianza, ilusión y alegría. No importa la cantidad de veces que pierda, ni las goleadas que «se coma», ni pendiente, el resultado es secundario. Sí, le interesa y mucho, cuántas veces más podrá volver a entrenar, jugar, y viajar. Ya sea con las inferiores, los de Primera, «Los Vizcachones», «Los del Decks», con alguna «murga» a la que le falte uno… o con sus «herederos». Con eso, dice, ya se siente «satisfecho».
«LA LEY DEL DEPORTE»