Remigio Daniel «La Hormiga Atómica» Molina (40-9, 14 KO) nació en Concordia, Entre Ríos, un 6 de noviembre de 1970. Fue uno de los mejores boxeadores de la historia de Concordia. Acá era, es hoy en día, y será por siempre simplemente… Remigio.
A los cuatro años la madre lo deja en la plaza principal en manos de la Iglesia Juan XIII que queda en Estancia Grande. Un lugar lejano y remoto para una criatura como lo era él. Allí se cría y se desarrolla con fe, conducta y optimismo. El recordaba «patente» aquel día en que su mamá lo dejo solo en la intemperie, para que gente extraña lo levante y se lo lleve a una «gran nada». A un mundo desconocido y lejano. ¡De eso no te olvidas nunca más!
Remigio salió a los quince y fue a buscar a su mamá. Quería conocerla, hablarle, contarle sobre su vida, de sus sentimientos y pensamientos más íntimos y personales… Buscar afecto y amor como todos en la viña del señor. Encontró en el boxeo y su nobleza milenaria el camino a seguir.
Se instala en el barrio San Agustín cobijado por una familia solidaria y generosa. Afuera lo esperaba un hermano boxeador… «El Pantera» Molina, quien lo lleva a entrenar al gimnasio de Don Nicolás Camino. Con una camada mitológica, que saco grandes valores a nivel nacional y sudamericano. «Pantera» le insistía con que se vaya a conocer otros lugares con mejor competencia, más y mejores equipamientos, y buenos contactos que le abran otras puertas. A la meca, a la Buenos Aires querida… Terminó, este «negro» con cara de indio, huesudo y puntiagudo, aguantando los chicotazos de los más feroces bombarderos de su categoría.
Vive en la Federación Argentina de Boxeo (F.A.B.) y en el Centro Nacional de Alto Rendimiento (C.E.N.A.R.D.). Lo requieren por allá y anda bien. Hasta llego a la selección argentina y clasificó para los juegos olímpicos. Siempre se escuchan la historias de aquellos Juegos Olímpicos Barcelona 92. Le sacaron la medalla «del buche». Estuvo a una mano de llevársela, pero nos dejó muy bien representados de cualquier manera.
Remigio era un boxeador movedizo, certero, aguerrido, y se brindaba. De puntería y aguantador. «Facturaba» con las dos manos, manejaba los dos perfiles, y era muy ágil. Por eso se fajó con «la crema de la crema» del boxeo mundial.
Acá en Concordia siempre se escucha por las calles que peleo por el título mundial Super Gallo CMB con el legendario triple campeón mundial Erik «El Terrible» Morales en Tijuana, México. Fue al frente, no a buscar solo el cheque. ¿Quién no dijo, entusiasmado, que peleo con Nazeem «El Príncipe» Hamed en Inglaterra? El gran campeón mundial Pluma que pegaba como un Mediano. Se la jugó como siempre. «Ah, no te olvides también que peleó en Las Vegas contra Juan Manuel Márquez. Y lo tiró en el segundo con un mano abajo…», dicen los memoriosos. Misma situación, siempre gran actitud en sus momentos más sublimes.
Remigio fue una importante figura de la categoría Pluma en los años 90. Tiene derrotas y victorias que lo definen: Le gano a tipos como Néstor Paniagua, Sergio Nunez, los concordienses Jesús Moreno y Miguel Alvarado, Walter Farías, Rubén Condori, y Sergio Liendo. Los surtió a unos cuantos más. Se quedó «corto» en las más grandes. Iba afuera solo y se subía al lugar donde «Ringo» decía que más solo estás en el mundo: un ring de boxeo. Frente a otro que te quiere «arrancar el alma» de un tirón…
Le toco una época de grandes campeones mundiales. Nunca se pudo colgar un cinturón. Se topó con leyendas de todos los tiempos y de todos los pesos. Rivales que ya están en el Salón de la Fama de New York. Se dice que fue un «Campeón sin Corona» o «Un Rey sin Trono». Que no estuvo en el momento ni en el lugar indicado. Inclusive perdió hasta el campeonato argentino Pluma, frente a Juan Gerardo «El Vikingo» Cabrera. Nunca fue campeón. Pero fue «El Campeón de la Gente». Y eso para «La Ley del Boxeo» es mucho más importante…
Se comenta que al final se dedicó al remis y al disfrute. A salir y gastar la plata que se supo conseguir. Vivía al límite, a veces coleteando y cerca del desbarranco. Mordiendo la banquina. Enamoradizo de su ciudad y de su gente. Figura en el humor y en el amor. Lo esperaría temprano la muerte. Se «patinó» felizmente todo lo que se ganó arriesgando la vida en cada pelea. Nunca se arrepintió ni perdió su sonrisa eterna. Simplemente vivió.
Lo más memorable es que supo de superación sin pisarle la cabeza a nadie. Muy honesto y extremadamente humilde. Un amigo que él y «La Ley del Boxeo» tienen en común dijo una vez: «El Hombre sin Rencores», porque era feliz antes de la fama, durante su apogeo, y mucho tiempo después también. Siempre aceptó lo que le toco en la vida, y nunca interpreto el papel de víctima ni de resentido social».
La familia del boxeo ya no lo disfruta recibiendo las plaquetas y los homenajes de la Comisión Municipal de Boxeo. Subiendo al Gimnasio Municipal, sonriendo y saludando a todos con gran alegría. Mirada fija y mano firme. Sonrisa a flor de piel. Pero su recuerdo sigue ahí… Son los inmortales, los imperecederos. Los que están en el «Salón de la Fama de La Ley del Boxeo». Y, aunque sea muy humilde, para llegar acá hay que pelearla y mucho…
El 17 de septiembre del 2016 nos dejaba, con solo 45 años de edad, uno de los concordienses más conocidos del mundo entero. Bien popular y de su gente. Una de las únicas unanimidades del boxeo de Concordia: era ovacionado por todos. Ya paso un tiempo de aquella tarde infame, donde Concordia «se vistió de luto», como se dice normalmente. Los diarios, las radios y la televisión anunciaban la triste noticia: MURIÓ REMIGIO. La gente reaccionaba: «¿Vos me estás cargando? ¿Remigio?»
Remigio de la gente se fue una tarde maldita de sábado cerca del río Uruguay jugando al fútbol. El corazón le dijo hasta acá llegamos «mi negro». El y su gran corazón ya habían hecho mucho con poco. Nació en las periferias, anduvo por Las Vegas y por la vieja Europa, pero en las periferias murió… No renegaba de su realidad, todo lo contrario. Era feliz en Concordia, jugando al futbol con su hermano y amigos. Con su gente, que tanto quiso y extrañó en sus viajes por Argentina y el mundo.
Ese 17 de septiembre de 2016 el ídolo nos dejó solos. Aquella tarde la noticia de que murió Remigio jugando futbol, con solo 45 años de edad en el club Regatas, corría por los barrios como un chiste de mal gusto.
El país de uno es donde están tus afectos, tus mejores recuerdos y donde vive aquel niño que nunca olvidó. Ese niño que, nervioso y lleno de miedos, esperaba en la plaza que unos señores se lo lleven muy lejos de su madre, de su ropa y de su amigo. Remigio viejo y peludo nomás. A Remigio no le importaba el paso del tiempo, ni que vendrá, ni saber que ya venía declinando. Ni pendiente estaba. Hacía rato que ya sabía que era eterno…
LA LEY DEL BOXEO