Pascual Domingo Pérez (84-7, 56 KO) nació en Rodeo del Medio, Mendoza, el 4 de marzo de 1926. Fue el último hijo de una familia de nueve hermanos. Fue un pequeño joven que se convirtió en un prócer de la Argentina. Es, por escandalo, el mejor boxeador de la rica y gloriosa historia de nuestro boxeo detrás de Carlos Monzón, según La Ley del Boxeo. Pero para los de la primera parte del boxeo argentino fue sin dudas el más grande. Dicho por gente que sabía y mucho de boxeo.
El era de la región vitivinícola de nuestro país. Y de una familia históricamente viñatera y bien «campeche». Por eso arrancó de peón de viñas. Y siempre justificaba su tremenda fortaleza física en el «trabajo duro y largo del hombre de campo». Le entraba al arado como «rengo a la muleta». Y bajo el picante y áspero sol mendocino.
Pascual Pérez le dio un brillo incomparable a la rica historia del boxeo argentino: fue nuestro primer campeón mundial. Y logró lo que nadie pudo igualar, aun hasta nuestros días: fue Campeón Olímpico Londres 1948 y Campeón Mundial Mosca un 26 de noviembre de 1954. Tras ganarle a Yoshio Shirai nada menos que en Tokio, Japón, en la división Mosca. Tras tirarlo varias veces al suelo y no dejar ninguna duda en tierras hostiles.
«Pascualito» Pérez era peso Mosca, hasta 50,800 gr, pero en la váscula daba 48 0 49 kg. Lo otro lo regalaba. Medía 1,50. Era inclusive pequeño para la categoría. Rápido, pegadizo y molesto como toda Mosca. Pero su corazón no entraba en el cuerpo de un león. Era un petizo potoco e inquebrantable. Fuerza musculosa, osea, y fundamentalmente cerebral. Metía voleados de derecha y de izquierda concluyentes. Con «perfume de knock out». Contaba con esas dos armas de destrucción masiva. Y unas piernas potentes que le daban un traslado bien pisado.
Ganó como aficionado todos los títulos posibles en 125 encuentros. Fue una de las pocas promesas del deporte, entre millones de soñadores, que se convirtieron en realidad. «Pascualito» fue un pequeño gran hombre. De gimnasio y de familia. Un tipo común que llego a lugares poco comunes. Su vida estuvo acompañada por la figura de su mujer, la madre de su hijo, la hermosa Herminda Ferch. Con quien tuvo una relación muy pasional y compleja, por decir poco.
Pascualito fue medalla de oro el los juegos olímpicos de Londres 1948. Y como profesional vence en los primeros dieciocho encuentros por «la vía del sueño», antes de consagrarse campeón argentino Mosca desmoronando a Marcelo Quiroga en cuatro asaltos un 19 de noviembre de 1953. Al Luna y a los grandes estadios los hacía reventar de gente. Posteriormente le hizo la vida imposible a todos los mejores de la división. Los cansaba y los debilitaba a los bombazos nomás. Un tren inferior bien robusto y resistentes, que le permitía apoyarse firme para las descargas.
Su manager, Lázaro Cozzi, y Juan Domingo Perón, traen al campeón mundial japonés Yoshio Shirai y empatan en el Luna la primera vez. Fue de ida y vuelta donde no se pudieron sacar ventajas. El 26 de noviembre del 1954 entra en la historia grande e inolvidable ganándole el campeonato mundial Mosca a Yoshio Shirai en Japón. Fue por puntos en 15 vueltas. Pascualito lo tuvo tres veces «visitando la lona». Pirmer y único campeón olímpico y mundial del boxeo argentino.
Nacía la leyenda de un fenómeno mundial. Y para muchos el mejor peso Mosca de todos los tiempos… En la tercera noquea a Shirai en cinco asaltos. En ese entonces había solo ocho campeones mundiales. Y entre ellos estaba él. Menos divisiones y menos organizaciones. Por eso era tan inmenso.
Defendió con garra y gloria el título mundial Mosca 10 veces. Desde que lo consiguió gano veintiséis en forma ininterrumpida hasta caer por puntos en Japón frente a Sadao Yaoita . Se canso de destruir a la competencia. El reinado de terror termino cuando perdió por puntos ante Pone Kingpetch el 16 de abril de 1960 en Bangkok, Tailandia. Se entregaba a la «ley del local y visitante» que es más peligrosa que «mono con bazooka». Cayó en la revancha realizada en Los Angeles, esta vez por KO 8. Fue un boxeador de largos viajes.
Luego siguió ganando mucho y casi todas por knock out, pero ya no era una figura internacional. Había solo un campeón mundial y muchos boxeadores. Para tener otra chance había que «remarla en la arena»… «Pascualito» entraba pegando y salía pegando. Era un vehículo blindado de cuerpo voluminoso y tonificado. Un boxeador prolijo, fuerte, rápido. No se ve casi nunca uno tan chico con tanta pegada. Zurdo, pero manejaba los dos perfiles. Iba cambiando los perfiles como le plazcaba. Boxeaba como un prodigio pegaba como una bestia.
Nuestros abuelos siempre cuentan cuando toda la argentina madrugo aquélla mañana del 26 de noviembre de 1954 para escuchar los relatos de radio, y estremecerse con un Pascual Pérez convertirse en nuestro primer campeón mundial. Argentina era noticia en todos los puntos del planeta. Fue apodado «El Pequeño Gigante».
Se retira el 15 de marzo de 1964 perdiendo por KO frente a Eugenio Hurtado en Panamá. Ya venía en mala racha. Cuando se baja del ring le confiesa a un periodista: «Yo ya soy un recuerdo». Andaba con el corazón dolorido. Solo.
Pascualito Pérez, el hombre de esta historia en La Ley del Boxeo, muere el 22 de abril de 1977 con solo 50 años de edad. Había estado exiliado en Republica Dominicana junto al ex presidente Juan Perón. Y con sus ganancias en los festivales ayudaba al General quién estaba seco y necesitado. Cuando vuelve la democracia consigue laburo en el Ministerio de Desarrollo Social. Es ordenanza. Y pone un puesto de panadería en la Estación Norte del Ferrocarril Sarmiento.
En sus últimos días le gustaba mucho andar «guitarreando» en soledad. Cantando por el placer de andar cantando. Seguramente recordando sus hazañas que parecen «cuentos prehístoricos» a esta altura de la historia. Un 4 de abril de 1977 desaparecía a los cincuenta años nuestro primer campeón mundial.
Silbando bajito arrancó, y así de se modo nos dejó. No le gritaba a nadie todo lo que logró. Tenía más que seguro, amigos de La Ley del Boxeo, el secreto e inmortal orgullo de saber que ya eran eternos «los laureles» que «Pascual» Pérez supo conseguir. Tampoco murió de horca, ni de bala ni de faca. Pascualito, amigos de La Ley del Boxeo, según fuentes bien informadas, solo se nos murió de amor.
LA LEY DEL BOXEO (MARTES 20 HS MATRIX 94.9 Y WWW.RADIOMATRIX949.COM).