La Ley del Deporte

¿QUIÉN FUE LA JUGADORA DE HOCKEY GRACIELA LONGHI DE MULLER? POR LA LEY DEL DEPORTE (5/6/22)

En Concordia siempre se juega el clásico torneo de pretemporada «Graciela Longhi». Es un homenaje a la fundadora de la disciplina del Hockey en el Club Hípico Concordia y en nuestra ciudad. ¿Pero quién fue Graciela Longhi? Las «gurisas» de ahora dirán: «es la del campeonato…». Pero acá va un poco más de la vida y obra de la pionera del deporte que más ha ascendido en los últimos años en la república Argentina.

Graciela Longhi nació en Rosario un 16 de enero de 1949. Es la mayor de dos hermanas hijas de un matrimonio proveniente de Intiyaco, en el Chacho Argentino, al norte de la Provincia de Santa Fe. Un pueblo ferroviario que, gracias a la empresa La Forestal, que trabajaba y exportaba el quebracho colorado, conoció la luz y el agua.

Su viejo, Loredano, era constructor de caminos, y herrero, y su mamá, Zunilda Lucero, cocinera y ama de casa. Ellos se van a vivir a Rosario y Graciela estudia en el colegio «El Huerto» y empieza a jugar al Hockey a los quince años en Duendes. Su papá siempre la apoyó y le compraba los palos y la vestimenta con mucho sacrificio. Juega en primera desde los diecisiete, y ya con diecinueve sale campeona de la Liga del Litoral, disputada por equipos de Rosario y de Santa Fe. En Duendes jugo hasta el 72.

En el 73 se fue a Gimnasia y Esgrima de Rosario. Y en el 74 salen también campeonas de la Liga del Litoral. Hasta el 75, porque ya estaba embarazada de cuatro meses de su primer hijo Tomás.
Cuando nace el segundo, Federico, se viene a vivir a Concordia con su marido, el ingeniero Hugo Muller, y sus dos hijos.

Una vez radicados acá, Hugo se involucra en la dirigencia del club Hípico para nunca más abandonar, y ella empieza a organizar el Hockey. Cuando arrancan eran partidos amistosos, porque no había campeonatos. La cancha, donde hoy está la actual sintética, era un «potrero». El primer famoso partido que se juega fue en octubre del 77 entre Hípico y el Centro de Educación Física de Santa Fe, en cancha de Libertad. La reseña y la foto están en la secretaría del club, donde siempre se reúne la Comisión.

En el 80 la convoca Espinillos donde juegan y viajan durante tres años. Y participan en la Liga de Parana dos temporadas. Ella era jugadora y entrenadora. También le da clases al Donovan en la cancha que está debajo de La Bianca.

En el 82 deja de jugar y sigue entrenando a Espinillos en la ruta 4, cerca de la arenera y de Camba Paso. Eso lo hace por un tiempo importante.

Hubo un lapso, entre el 85 y 88, donde jugo al tenis en el Hípico, fue muchos años al gimnasio Maranaho de «El Tote» Amengual, y por eso corrió maratones, y hasta duatlones.

Pero en el 88 volvió cuando la llaman desde el club Salto Grande y empieza a dirigir ahí, siendo también la primer entrenadora de «El Hidroeléctrico».

En los 90 empieza de nuevo en el Hípico. Luego da un taller de Hockey en la escuela Borges. Conoce a «El Choclo» Hernández en el gimnasio Atenas, donde fue muchos años alumna de Mario Legarreta, y lo convoca para que «agarre» el Hockey del club. Fue por el año 93, y allí ya empieza «Pajarito» Estevez a coordinar, de gran gestión. Y finalmente, ella se retira en el 95.

Mi hermano se va a estudiar a un departamento amueblado por ella, Licenciado en Comunicación Visual a La Plata y yo también recibí todo su apoyo, pero me dirigí a estudiar Agronomía en Rosario, y luego Periodismo Deportivo en Buenos Aires, así que allí los recuerdos son menos.

Pero, como socia y apasionada, sembraba el pasto y los árboles que hoy están ya grandes en la cancha sintética del club. Los regaba y fertilizaba con el asesoramiento técnico del Ingeniero Agrónomo Hugo Müller. Quien hasta el día de hoy, con setenta y tres años, pertenece a la Comisión Directiva.

Yo iba de vacaciones a Concordia, pero vivía en la nebulosa de los boliches, los amigos, y los consumos. Los lazos afectivos se iban rompiendo. Y vivir intoxicado es vivir desconectado de vos y de los que más te quieren.

Luego llega Federico «El Enano» Díaz, Hípico crece hasta consagrarse campeón en la Liga de Paraná en la temporada 99/2000. Y finalmente, por el 2006, empieza Carlitos Obregón y da el gran salto en todo sentido. Hasta ser un boom y un suceso en la actualidad. Pero esto ya es una historia más conocida.

Mi vieja amuebló nuestros departamentos cuando estudiábamos en Rosario, La Plata y Buenos Aires, nos incitó a estudiar en los Estados Unidos, y fomentó nuestro amor por el deporte, y mi vocación por el periodismo deportivo, comprándome libros y encarpetándome prolijamente recortes de todos los deportes, y escritos por los mejores cronistas.

Luego me fui de viaje, nos separamos, pero ella siempre estuvo y me quiso sin reglas ni condiciones. Con un amor incondicional, tanto como cuando yo andaba de poeta como de mendigo. Lamentablemente, no supe entenderme, expresarme, ni entenderla. Yo crecí, me puse soberbio, me aleje y me enferme. Ella, como respiraba por mí, con tanta angustia, también se enfermó y se puso vieja. La lucho, pero al final, sin poder decirme adiós, nos dejó.

Hoy el Hockey del Club Hípico Concordia está operando a un gran nivel. Muy por encima hasta de lo soñado y visualizado por aquellos entusiastas de la década del 70 y 80. Pensar en que iba a estar disputando, y siendo más que competitivo, con los grandes clubes de la costa oeste de la provincia, era una utopía. Hasta para los más optimistas.

Me siento muy emocionado y halagado por el interminable reconocimiento del Hockey del club Hípico, que siempre se acuerda de mi mamá. Quién hoy está mirando y disfrutando, desde «el más allá».

Un pionero es aquel que hizo algo donde antes no había antecedentes. Alguien que acciona donde no se había hecho nada. Es quien hace algo nuevo, deja una marca, abre caminos, define un antes y un después. Es quien levanta una bandera que luego será sostenida en alto por las nuevas generaciones. Como, sin dudas, ha ocurrido en el Hockey del Club Hípico Concordia. Siempre hay que tratar de dejar un legado positivo. Porque si no… ¡Es como no haber vivido!

Fue una madraza de las de antes. Mientras yo viva, será siempre ese amor que no se olvida. Yo, Federico Müller, soy el hijo menor de la recordada Graciela Longhi. Esto que escribo es para decirles cuanto quiero estar un rato con ella:

«A pesar de la distancia conservo, cuando algo te alegraba, tu risa y tu sonrisa. Tu orgullo de verme crecer. Y tu tristeza y decepción al verme caer. Dejaría cualquier cosa que tengo por estar con vos solo un momento. Y contarte como ando, mami. Siempre estuviste a mi lado peleando y rezando cuando estaba vencido. Nunca me dejaste tirado. Es tanto lo que te debo y, sin embargo, casi nunca te he dicho «te quiero». Hoy me visualizo e imagino contándote que «volví una noche», como dice el tango. Y como vos a papá, antes de irte, encarecidamente le pediste».

LA LEY DEL DEPORTE

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