Carlos Manuel «El Tata» Baldomir nació el 30 de abril de 1971 en el Barrio Los Hornos de la ciudad de Santa Fe. Fue pupilo de Amílcar Brusa, quien también fuera entrenador de otros campeones mundiales como Carlos Monzón, Miguel Ángel Cuello, y Rodrigo Barrios, entre otros. Y comenzó su carrera profesional el 19 de febrero de 1993, ganándole por Decisión Unánime a Carlos Alberto More en Santa Fe.
En la tercera empato con Ramón Mercado y en la sexta perdió contra Paulo «El Capitán» Sánchez. Peleaba casi todos los meses y la mayoría las ganaba trabajosamente, metiendo mucha presión y tratando de aplastar a sus rivales, pero sin gran defensa ni explosiva pegada. Pierde con Víctor Balmaceda, y sigue ganando, pero sin despertar la admiración ni la atención del mundo del boxeo. Se desquita de Balmaceda, vence a «El Mono» Rojas, empata con el invicto Jose Luis «Escopeta» Fernández, supera a Jose Ricardo Magariño, pierde y gana con Silvio Peppino…
El 26 de octubre de 1996 cae por Decisión Técnica por el campeonato argentino welter frente a Ariel Chávez en su casa de Santa Fe. Y se lleva el mismo resultado en la revancha, en su segunda chance, contra el mismo rival, y por la misma decisión. Tuvo otra oportunidad por el histórico campeonato argentino welter, perdiendo con Sergio «El Toro» Acuña el 12 de septiembre de 1998 en Decisión Dividida. Tuvo tres chances y las perdió a las tres. También fue derrotado y le gano al gran Alberto Cortés.
Luego se va de gira a Europa y Estados Unidos logrando buenos triunfos. Allá y acá. Tenía ya 32 años y alternaba sus viajes a Alemania, México o Dinamarca con la venta de plumeros, porque lo ganado en esos combates con suerte la alcanzaba para vivir uno o dos meses, y él ya solamente se subía cada seis. Pero la historia cambiaría: posteriormente estuvo diecinueve peleas invictas. Era un guerrero del camino. Ya reconocido y respetado, pero nadie podría, ni siquiera el más optimista del mundo, prever lo que iba a suceder después.
El 7 de enero del 2006 logra hacerse famoso mundialmente al coronarse campeón mundial unificado de peso welter al ganarle por puntos, en fallo unánime, al yankee Zab «Super» Judah, considerado en ese entonces como uno de los mejores boxeadores «libra por libra» del mundo. La pelea tuvo como escenario el emblemático Madison Square Garden de Nueva York, Estados Unidos, la casa de Judah.
Muchos especialistas habían dicho, no mucho tiempo antes, que el moreno podría ser una mega estrella de todos los tiempos. Claro, no habían probado mucho su mandíbula, ni se había evidenciado su inconstancia en los entrenamientos. Nadie esperaba aquella noche que venciera a Judah, un veloz y talentoso peleador de 28 años que preparaba una velada millonaria con un joven en ascenso, tras finalizar el pleito: Floyd «Dinero» Mayweather.
El rimbombante yankee no tendía que preocuparse, era una defensa de rutina. Pero «El Tata» dio uno de los más grandes golpes de la historia del boxeo argentino con su triunfo unánime 115-113; 115-112 y 114-113 en las tarjetas. Aguanto la chirleada al principio frente a un tipo atlético, explosivo, y de gran pegada, emparejo y guapeo en los rounds del medio, y lo gasto, y conmovió al final. En una pelea pareja y durísima, donde sé las re bancó.
Fue como la historia de Rocky, un tipo viejo, fuerte, sin mucho talento, ni chances ya de grandes logros, saliendo victorioso del campeonato mundial unificado de los Welter en la casa del brillante campeón. Había nacido el nuevo «Hombre Cenicienta».
La heroicidad del combate se potenció cuando se conoció su historia: el boxeador que subsistía vendiendo plumeros en la calle había conseguido el cinturón lineal, The Ring, y del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) del peso welter. Hablaba tranquilo, bajito, sereno, y muy humilde. El cóctel se transformó en un «manjar» para los flashes que lo acompañaron hasta la cima, tan rápido como lo abandonaron en las malas.
Sus arcas se llenaron de millones: las informaciones hablaban de que en su primera defensa la bolsa rondó cerca del millón y medio de dólares y en la segunda ascendió hasta los cuatro millones de dólares, contabilizando los ingresos por la televisión; una de las bolsas más importantes en la historia del boxeo nacional. Fue el primer boxeador argentino que hizo la primera y segunda defensa por más de un millón de dólares. Ninguno de los 30 campeones que había habido acá antes, lo había logrado.
La primera fue ante el taquillero canadiense Arturo «El Trueno» Gatti, ganándole por KO 9°, una de las figuras más atractivas de la época. Estas dos victorias hicieron que muchos lo consideraran como el mejor boxeador, y recibió el premio al «Boxeador del Año» en una ceremonia en el Salón de la Fama de los Estados Unidos.
Pero la siguiente fue ante el pugilista más convocante de ese momento: Floyd «The Money» Mayweather, que hasta allí ostentaba un invicto de 36 presentaciones y había ganado en su pelea previa el título mundial welter de la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Baldomir entregó ante Mayweather un título mundial que jamás recuperaría. Perdió bien sin objeciones ante un fenómeno del boxeo. Se esforzó, puso voluntad, pero no lo pudo agarrar.
El cierre de su trayectoria sería agitado: realizó 12 combates más, entre los que se destacó una derrota ante Vernon Forrest por el mundial Super Welter, y contra el joven Saúl «Canelo» Álvarez en Las Vegas en el 2010, también por el cinturón. Y cerró sus estadísticas en el 2014 con 49 victorias (15 KO), 16 derrotas, y 6 empates. Peleas largas, y durísimas, de «hacha y tiza».
Los años finales los alternó entre su vida como boxeador, el rol de incipiente promotor de colegas, y comenzó su carrera como entrenador. En 2016 recibió un premio del Congreso Argentino por sus logros en el deporte. Pero el infierno estaba a punto de abrirle sus puertas, encerrarlo, y «tirarle las llaves».
Según él, su ex mujer le pide plata el mes de octubre de ese año para alimentos de sus hijas, él le pregunta por el dinero le había depositado para ellas en Estados Unidos, y en que se los gasto. Acto seguido, el 29 de octubre, ella lo acusa de abuso sexual de su hija Lourdes, cuando tenía entre ocho y nueve años. Mientras que al momento de la denuncia ya tenía dieciséis.
Tras una breve investigación, el 18 de noviembre de ese año, fue detenido, y acusado. Lourdes y su mamá ratificaron el abuso, pero su hermana mayor no. Baldomir se declaró inocente de todos los cargos. Juro que era inocente. Y que lo único que hicieron fue sacarle la plata que ganó por el mundo, con sangre, sudor y lágrimas. Y que esa movida era para mantenerlo «adentro», mientras le vaciaban las cuentas. Y así no podría defender lo suyo.
En una cámara Gesell, le contaron a una doctora todo lo que supuestamente le hizo a su hija. Hubo testigos que habrían visto en aquella época «situaciones extrañas» y comprometedoras. No había adn ni filmaciones. Solo «pruebas circunstanciales».
Finalmente, el juez se la juega, y lo condena a cumplir 18 años dentro de la prisión por abuso sexual agravado por el vínculo de padre. «El Tata» escuchó la sentencia casi en soledad con la única compañía de sus abogados. Ni la víctima ni los familiares estuvieron presentes. Las luces de la fama, esa que ostentó de manera frenética, lo habían abandonado y su historia se había convertido del «hombre ceniciento» a un «hombre destrozado».
Hace poco confesó que estuvo peleándose contra otros reclusos en la cárcel, porque querían desafiar al campeón. Ver de que «madera estaba hecho». Y que por eso muchas veces terminó en los «buzones», aislado en celdas destinadas a los que tienen un mal comportamiento. Salía solo una hora y «atroden».
Hoy está encerrado en la cárcel de Coronda, grande, vieja, con las paredes carcomidas, viviendo barricadas, escuchando «corchazos», puñaladas, asesinatos, incendios, ratas, y en el peor de los mundos. Terribles momentos vive el ex campeón mundial argentino de los welter. Pero para descomprimir hace mucha gimnasia porque «el cuerpo se lo pide», y lo sacan a jugar al fútbol por tandas, para mantener a los «de abuso», lejos de los otros presos, que se la «tienen jurada»…
Decía el gran escritor Eduardo Galiano que la necesidad de una sociedad de tener ídolos y referentes positivos era inversamente proporcional a la necesidad de, luego, derribarlos y desplumarlos…
Lejos está Carlos Baldomir de aquellos años dorados, donde combatía y ganaba como probador por todos lados del mundo, mientras hacía changas, hasta llegar a tener sus chances mundialistas contra mega estrellas del planeta boxeo, como Gatti, Judah, Mayweather y Canelo. Hoy, como preso por abuso, pelea dentro y fuera de su celda. Pero solo para que no lo hagan «boleta»…
FEDERICO MULLER (LA LEY DEL BOXEO)