A Walter Nelson lo conozco en 1998 cuando le hice un par de entrevistas para un programa de televisión del Instituto Superior de Ciencias Deportivas donde yo estudiaba, llamado «Héroes Olímpicos». Y él hablaba de los grandes boxeadores argentinos que se calzaron una medalla en los Juegos. Los recitaba rápido, y «a la carrera», bien como habla él. Éramos futuros colegas, pero el ya era un ídolo de multitudes.
Yo recitaba sus ocurrencias como todo el gran público de futbol y boxeo que lo seguía, y aun lo hace. Porque habla como los muchachos del tablón. Es «su eco poético». Luego, en el 2017, hablamos para «La Ley del Boxeo» sobre los grandes boxeadores de Concordia que trascendieron nuestra ciudad y fueron figuras, en aquellas grandes noches del Luna.
Y finalmente, de ahí es la foto que ilustra esta nota, en una gran pelea en el Ferro de Concordia donde se batieron «La Pantera» Farías y «La Monito» Esteche en una noche infernal de noviembre. Pero lo conozco de toda la vida porque lo seguí, lo sigo, y lo seguiré. Debido a qué y cómo habla… Me encanta. Transmite con la voz su pasión y la de la popular. Hacía de cada enfrentamiento… una final. Te hacía vibrar con la acción, el peligro, el drama, el humor, y su tremenda emoción.
Todavía hoy, ya adulto y a veces cansado, sigo repitiéndome mientras “pateo” por Concordia, sus «bocadillos». Voy relatándome: “Lo digo o no lo digo», «ta tan ta tan», «que digo gol, re contra golazo», o «hasta acá llegaron las astillas, Fabri». O pensando en el humor tribunero, como hace él, para que se me ocurra algo pintoresco y risueño. Eso me levanta el humor, me ilumina el día. Puede sonar a una tontería, pero no lo es dentro de mi rutina. Cuando las frases llegan… siempre son bienvenidas. Bienvenido Walter Nelson a “La Ley del Deporte”:
«Hola, como estas. Que gusto saludarlos. Yo arranqué prácticamente trabajando. Tenía 21 años y a esa edad conocí a mi mujer, que es la hija de Osvaldo Caffarelli, un gran periodista de aquella época. Y en el año 1972, que cumplí 22, comencé definitivamente. Si vos haces las cuentas, son 52 años de periodismo… Me dijeron, en Radio L12 de Tucumán, si yo me animaba a hacer vestuarios de los partidos. Les dije que sí porque era lo mío, después de haber jugado tanto tiempo al fútbol. Mi debut fue un San Lorenzo-Lanús en el Viejo Gasómetro».
«En aquellos tiempos no había prácticamente nada, no existían los teléfonos ni estaba tan avanzada la tecnología. Era todo sacrificio; micrófono, vestuario y punto. Averiguábamos todo llamando por teléfono a los jugadores y al técnico. Antes tenías un acceso mucho más fácil, porque ahora tenes que llamar a los jefes de prensa».
«En Huracán jugué en octava y novena porque la familia era muy amiga de los hermanos Juan y Bautista Rago, los mánager de Ringo Bonavena. Mi mamá me mandaba al Globo a entrenar porque me decía ‘te veo muy flaquito, tengo miedo de que te enfermes’. Hice una prueba y quedé, siempre de cinco… Al otro año acompañé a unos amigos a una prueba en Atlanta, solo por estar con ellos: el DT me dijo que fuera a firmar, pero le advertí que estaba en Huracán».
«Como yo no quería viajar tanto hasta Parque Patricios, porque vivía en Palermo, me había picado el bichito de ir al Bohemio. Igual, mi papá se enojó, no me quisieron dar el pase y quedé un año sin jugar. Después sí arranqué en Atlanta, y fui avanzando, quinta, tercera… Pero después murió mi viejo, y como yo era hijo único, no teníamos recursos económicos muy grandes: tuve que empezar a trabajar. Me vinieron a buscar dos veces de las inferiores y le dije que no podía».
«Después entré a ENTEL, donde hacía horas extras y ganaba muy bien, y hasta me animé a jugar un campeonato inter sindical durante cinco o seis años, mientras hacía el trabajo de periodista. Cuando arranqué en Radio Rivadavia, en el ‘76, renuncié en Teléfonos y le di para adelante con mi vocación. De todas formas, nunca dejé, aún hoy sigo jugando con mis amigos».
«Yo viví con mi abuela hasta los 14 años porque mi papá trabajaba, y tenía la radio puesta todo el día con grandes periodistas como Fioravanti, Bernardino Veiga, Ortega Moreno. Con los más grandes de la familia, íbamos a ver a Racing y a Independiente de local. Mi viejo me metió la pasión por el boxeo desde muy chico y me llevaba al Luna Park. Y si no iba por alguna razón, los sábados a la noche me encerraba a escuchar la pelea…».
«Fui desde tan chico al Luna Park… Me acuerdo de la primera que fui a ver, a los 9 años: Júpiter Mansilla contra Horacio Acavallo, por el título sudamericano. Eran lindas esas noches, porque nos íbamos a comer a Las Cuartetas o al Palacio de la Papa Frita. Después, ligábamos siempre entradas gratis para asistir a las peleas de Ringo; la carrera de Bonavena la conozco desde amateur».
«El boxeador viene de un estrato social bastante complicado, con muchas dificultades a nivel personal o familiar. Son tipos que se entregan permanentemente, totalmente transparentes, arrancando desde bien abajo o siendo campeones del mundo. Hay excepciones, pero suele ser lo común».
«Con los boxeadores me unen muchas cosas. Con Maravilla Martínez me llevo bárbaro y no desde la pelea con Chávez, sino desde mucho antes. De pronto, con Falucho Laciar viajé muchísimo. Es imposible no tener buena relación: hice 30 peleas por el título mundial, estuve presente en 10 Copas del Mundo, tantos otros campeonatos. Son ambientes competitivos y repletos de vanidades».
«Los reglamentos no son los mismos, pero siento la misma pasión y la adrenalina cuando tengo que contar lo que pasa en la cancha que en un cuadrilátero, pero en el boxeo hay que estar más atento. Son tres minutos de mucho vértigo y velocidad. Después está la espontaneidad, la repentización y el estilo que vos le pones».
«Una de las principales recomendaciones que les hago a los pibes es que lean constantemente. Yo lo hacía y de esa manera, incorporé un vocabulario y una serie de conocimientos que me mejoraron como periodista y relator. Me apoyo mucho en el idioma popular que tiene el fútbol, quiero meterme en la piel del hincha. Digo cosas simples que el fanático busca escuchar. Lógicamente, hay límites, y cuando tiro alguna ocurrencia, quiero ser diferente».
“Siempre digo que fui un privilegiado: todos mis colegas me permitieron potenciarme y reinventarme permanentemente. Fabbri, Macaya, Pacini y Niembro tenían un gran nivel, y sabía que me tenía que exigir al máximo en cada transmisión. Muchos otros, además, fueron maestros en otras cuestiones que no tienen que ver únicamente con una pelota y un par de guantes».
«Haber trabajado con Héctor Larrea, con Beto Badía, que venían de mundos diferentes, del espectáculo, de la política, te enseñaban muchísimo. Esta es una profesión en la que vos tenes que dejar muchas cosas de lado, y la gente no lo sabe. Le quité tiempo a mi familia, al crecimiento de mis hijos… Los estoy disfrutando, aunque ya son grandes, porque tomo decisiones y porque solo acepto trabajos si me conviene o no, desde todo punto de vista. Si relatas al otro día, te tenes que privar de ir a cumpleaños hasta tan tarde, de no tomar alcohol porque tenes que estar bien. Por eso creo que fui un profesional al 100%, debo ser el relator más longevo que hay en la actualidad: tengo 72 años y sigo vigente».
«Yo tuve la suerte, por la edad que tengo, de haber visto a Pelé, a Maradona y a Messi. Para mí esos tres están fuera del lote. Diego, en agradecimiento, una noche, me mandó una casaca suya del Xeneize envuelta en papel de diario, que la tiene el padrino de mi hija. Un montón de cosas vivimos… vino a Beijing a comentar en los JJOO con Fabbri y conmigo a pedido mío, me invitó a La Noche del Diez cuando fue Durán, y yo le llevé mi libro cuando ya no estaba bien, en 2019. Le regalé “Ta tan, ta tan: mis tres pasiones”, y me ayudó a entrar al vestuario del Lobo en un Gimnasia-River y estuvimos charlando de boxeo, porque tenía una gran pasión».
«Lógicamente que su muerte me conmovió y me golpeó, pero interiormente sabía que algo podía llegar a pasar. Es aún el día de hoy que lo extraño horrores. La última vez que lo vi, Bochini me convocó en Avellaneda en un Independiente-Gimnasia, con estadio lleno, y yo los presenté con el micrófono. Cuando Maradona me ve cambiándome, se acerca y me dice « ¡Otra vez acá, Walterio, te vengo a encontrar» (risas). Me conmovió mucho. Él te movilizaba por alguna razón y sinceramente, no tengo explicación. Tu corazón parecía que se iba a escapar».
«No quiero dejar afuera de mis trabaajos a “Golpe a golpe”, que mostraba las carencias del boxeo o los gimnasios que no tenían los recursos necesarios como para que un boxeador pudiera llegar al más alto nivel. A mí, todos esos ciclos me hicieron crecer, me enseñaron un montón de cosas y me dieron muchísimas herramientas para mi trabajo».
«Trato de estar informado, veo ciclos que me gustan y otros no tanto. Disfruto mucho más los programas de opinión y debate futbolero. La descalificación es horrible, pero se ve que eso mide y hoy el rating es fundamental. Casi que no importa que el producto sea de buena calidad. Perdonando la expresión, parece que a mucha gente le gusta el puterío, pero a mí me gusta el periodismo».
«Como hay gran cantidad de medios, tienen que cubrir, y de pronto aparece una gran cantidad de jóvenes que no tuvieron un recorrido para estar debidamente preparados. Antes no había tantos lugares y por eso yo me tuve que ir a relatar a Chacabuco. Cambiaron los tiempos y hay que adaptarse a eso. Los años terminan capacitándote, hacen que generes experiencia y te desarrolles. Hay camadas en los que a algunos les va a costar más, como en todas las actividades».
«Yo relataba partidos cuando me quedaba solo en la casa de mi abuela; pienso que eso marca un poco lo que vas a hacer. Siempre digo que a un comentarista le costaría mucho más relatar que en el caso contrario. Dentro de la rama del periodismo deportivo somos una raza rara, particular, porque estamos permanentemente inventando cosas. Nunca nos escapamos del trámite del partido y de los protagonistas. Para eso hay que tener mucha inventiva, memoria, velocidad y espontaneidad».
«Todo lo que viene ahora en mas en mi carreraa es «de upa». Tengo 72 años, y todo lo que pensé que me iba a ocurrir se fue dando. Nunca me puse objetivos, viví el presente tratando de superarme y mantenerme. Esa era mi gran obsesión. Hoy se llega mucho más fácil que antes, lo más difícil es sostenerse. Ni soñando pensé que iba a lograr tantas cosas. Y sigo con las mismas ganas de siempre».
LA LEY DEL DEPORTE