¿Cuándo un combate de boxeo se convierte en un suceso? Su explicación es simple y directa: desde el día que comienzan los rumores sobre su posible concreción y una vez acordado, es placentero, día a día, palpitar la cuenta regresiva que nos acerca al campanazo inicial. Por todo esto, el bonaerense Fernando Martínez, único campeón mundial argentino, tendrá su bautismo de fuego en una velada rutilante, en su ansiado primer gran clásico del ring. Allá en Oriente, en Tokio, donde se consagraron y frustraron los mejores boxeadores de nuestro país desde 1954 hasta hoy.
Su pelea unificadora de la corona supermosca (FIB-AMB) con el japonés Kazuto Ioka, ganador de cuatro coronas en pesos diferentes, entre los 48.900 kg y 52.100 kg e ícono representativo del pugilismo nipón moderno, constituye una renovación emotiva y pasional de las grandes disputas del pugilismo nacional. Adormecidas desde los duelos del matancero Brian Castaño, con Jermell Charlo, en 2022. Por todo esto, el match a llevarse a cabo del 7 de julio próximo en el Kokugikan Arena de Tokio se constituirá en el evento máximo del pugilismo nacional 2024.
Martínez, próximo a cumplir 35 años, carga con una gran presión al ser el sostén, casi exclusivo, del boxeo argentino de elite; en tanto Ioka, de 35 años, que cuenta con el respeto magno del deporte asiático, está obligado a una férrea superación en cada uno de sus objetivos dado que toda la atención japonesa vira hacia Naoya Inoue, el mejor campeón nipón de la historia.
Fernando Martínez, conocido como “Pumita” desde sus gloriosos tiempos amateurs y “elevado a Puma” desde su conquista mundial ante Jerwin Ancajas en 2022 debió pagar en carne propia casi un año de inactividad por diferencias contractuales entre sus representantes (Chino Maidana Promotions) y sus agentes internacionales (Premier Boxing Champions). Sufrió en ese lapso, además, pérdidas afectivas muy importantes que complicaron su preparación.
Las Vegas: concentración común
Al igual que Ioka, se entrena en Las Vegas, lidiando con una temperatura diaria superior a los 40 °C. Está muy cómodo en una casa alquilada de cuatro dormitorios, con vistas a las montañas y al desierto de Nevada. Lo comparte con su colaborador Agustín Gauto y su entrenador Rodrigo Calabrese, quien por vía telefónica informó a LA NACIÓN: “Estamos cómodos y en soledad. Tal como debe ser una concentración. Todo nos queda a diez minutos de distancia y el calor es sofocante. Estamos trabajando en el gimnasio Pound 4 Pound con muy buena refrigeración. Diagramamos tareas de seis jornadas intensas de guanteo y para las primeras contratamos a Floyd Díaz, un invicto local. Completamos toda la papelería médica para comenzar las sesiones en cámara hiperbárica, claves para su resistencia y regeneración corporal. Estamos bien enfocados. Ioka también está aquí. Se entrena con el cubano Ismael Salas, pero poco nos interesa”.
No hay nada más atractivo que acopiarle a un acontecimiento del presente todo el respaldo y la fantasía de la épica del pasado. Hace casi diez años se vivió el último clásico del ring entre Japón y Argentina con un resultado frustrante: el final del chubutense Omar Narváez, en la lona antes los puños de Naoya Inoue. Noche tan triste como cuando Jorge Locomotora Castro perdía ante Shinji Takehara, hace casi tres décadas. Pero las veladas gloriosas de los puños criollos en Tokio son eternas e inolvidables.
¡Quién no evocará a Pasculito Pérez consagrándose ante Yoshio Shirai hace setenta años; la hazaña de Horacio Accavallo ante Takayama, o la de Nicolino Locche frene a Paul Fujii, en los tiempos de la radio a todo volumen y la TV diferida en blanco y negro! Nadie puede omitir estos sucesos de las vivencias populares argentinas. El Pumita lo sabe y sueña con volver a revivirlos. Sería fabuloso; frente a un gran campeón y en un escenario mítico e icónico para este deporte.