Un 27 de agosto de 1920 Argentina fue pionera en América Latina en transmitir en vivo por Radio. Aquellos estudiantes de Medicina que lograron la epopeya desde el Teatro Coliseo de Buenos Aires fueron llamados: «Los Locos de la Azotea».
Tenemos mucha historia. En deportes fuimos de vanguardia en transmisiones de futbol y de boxeo. Ojalá pueda seguir 1000 años más de vida. Fiel compañera, para muchos insustituible. Refugio de la palabra y de la música, cobijo de la literatura, de la información actualizada al instante, y de la emoción de la disputa deportiva.
Los padres de mi mamá, mi abuela Zunilda y mi abuelo Loredano, que eran de dos «parajes» remotos del famoso quebrachal del chaco argentino, casi no la conocían. Era cosa de los más «pitucos», lujos del comisario, o del jefe de la fábrica «La Forestal». Y hasta ahí se acercaban a caballo o a «pata» los más fanatizados, para escuchar los primeros radioteatros de la historia de la radiofonía argentina, que llegaban desde Buenos Aires y encima bastante mal.
En mi casa, mi mamá Graciela Longhi de Müller, era una fanática de la radio, pero mal. Había una radio por cada ambiente. Más los auriculares del abuelo y los de ella para correr o pedalear. Todas prendidas, todas las horas, de todos los días del año. Y casi siempre en la misma emisora… Radio Continental de Buenos Aires.
Hablaba Adolfo Castello, Rolando Hanglin, Juan Alberto Badía, Magdalena Ruiz Guiñazú, Betty Elizalde, Héctor Larrea, Graciela Mancuso, Victor Hugo, entre otros. Salvo en mi pieza, cuando seguía los grandes eventos deportivos de Concordia y la región: por Radio LT15 «La Radio del Litoral».
Recuerdo a Porcheto, a Bernardo Grinberg, después a Héctor Heraldo «El Huevo» Bradanini. Un verdadero prócer del periodismo deportivo radial, a «El Petizo» Noblega, al Ángel Leoncio Cardozo, «El Verga» Arispe, Emilio y Jorge Scarinci. Tantas voces que me acompañaron y jamás olvide.
Mi vieja era, una ama de casa de «la vieja escuela». Y como iba hacia la cocina a preparar nuestro almuerzo, luego se metía en las piezas para limpiar, y terminaba en su taller para cocer, tejer o leer, no quería quedarse jamás sin frecuencia. Así que, salvo en los pasillos o camino al quincho por el patio, escuchaba todo el día. Y lo que no, lo «sacaba» por contexto, «ataba cabos», o directamente se lo imaginaba…
Así que la radio, cuando yo nací, ya estaba instalada en mi casa. Aún siguen todas en su lugar. La misma «jugada» hace mi empleada doméstica, y con la misma radio Continental de Buenos Aires. Hoy convertida en Radio Continental Concordia 94.9 «Gente de Radio», que dicho sea de paso es mía.
Y en la calle, durante la secundaria, seguíamos a Famularo con su recordado Top 20, a Hugo Rojas con su ECU, y todo lo que sucedía en la vida del estudiante con los galpones, fiestas de hinchada, serenatas, y demás.
En Buenos Aires, cuando me fui a estudiar periodismo deportivo, ya escuchaba FM, ponía la Rock and Pop o La Red. Los conductores de la primera eran Mario Pergolini, Ari Paluch, «Lalo» Mir, «La Negra» Vernaci, Eduardo dela Puente y Norberto “Ruso” Verea, entre otros.
Y clavaba La Red, para informarme de deportes, que era lo mío. Y ahí lideraba Bonadeo, Niembro, Closs, Bilardo, Macaya, Araujo, Nimo, y Bilardo. O Continental para «ver» que decía Victor Hugo Morales y sus muchachos, y ya a la media noche, a «La Venganza Será Terrible» de Alejandro Dolina. O me interesaba por Rivadavia, para saber en qué andaban los de la eterna Oral Deportiva. No tenía tele, así que la radio reinaba.
Hoy, quien esto escribe, dirige y trabaja en la nueva y renovada Radio Continental 94.9 de Concordia. Primero, porque estudió y se recibió de periodista deportivo en ESED (Escuela Superior de Emisión Deportiva) y quiere ejercer su profesión, porque le tiene un «terrible» amor a la palabra, tiene una «pasión volcánica» por escuchar a sus periodistas favoritos, por conocer la realidad social, escuchar los relatos deportivos, recitales musicales, el ingenioso humor político, y la opinión de los mejores especialistas.
Además, porque tiene el intenso deseo de que este producto pueda cultivar, informar, entretener, hacer reír, y emocionar a «la banda» de oyentes. Hacer una radio de calidad o que «se muera en el intento».
Y finalmente, tratar de ser un buen compañero del oyente, del entrevistado, contarle historias, contarles mi historia. También, cordial y amablemente, preguntarle por las de ellos, conocerlos, meterme en su mundo interno. Ejercitando la empatía, para poder ser más bueno con ellos, conmigo, y con el resto.
Federico Muller