La Ley del Deporte

LA NEGACIÓN DE LOS ADICTOS

La negación se refiere a la acción de rechazar o ignorar una información, pensamientos o emociones que son difíciles de metabolizar o aceptar. Puede manifestarse de diversas formas, desde negar la existencia de un problema, hasta minimizar su importancia o distorsionar la realidad, para que se ajuste a nuestras creencias o deseos. Para eliminar ese problema y poder seguir «viviendo». 

Cuando la gente nos habla porque tiene un familiar que está muy mal, consumiendo en grandes cantidades y se manda «hasta las de Caín», yo voy a hablar con ellos, a contarle mi historia, convencerlos de hacer un tratamiento, y una recuperación. Y muchas veces niegan, de alguna manera, su problema. Como hacía yo, y «a cara de perro».

Por más que hayamos sido baleados por la policía, que hayan «empeñado la motosierra de nuestro padre, violentado a nuestra madre, nuestro sueldo lo cobre un prestamista, o que hayamos vendido las cortinas y hasta las baldosas de nuestras casas. Por eso es una enfermedad de negación, donde para justificar tu consumo minimizas todo lo que te enferma. Estos son ejemplos reales, que he presenciado, no los estoy inventando…

Las personas adictas negamos rotunda y sistemáticamente tener un problema. Somos capaces, incluso, de auto engañarnos hasta tal punto que creemos que nuestro consumo no es una adicción, que no tiene consecuencias, y que nunca las va a tener. La negación es tan grande, que los pretextos y justificaciones, también. Creemos que la droga me va a elevar hasta el cielo, pero terminamos en un agujero negro, a diez metros bajo tierra, una y otra vez. Por eso habitualmente volvemos al infierno, por más que allá este Frankenstein, «El Hombre Lobo», y «Satanás de los Infiernos», esperándonos, y nos subimos a ese tren fantasma y de terror.

La negación es un mecanismo de defensa. Cuando sentimos que la realidad es demasiado dura, adversa, violenta y no somos capaces de asumirla, enfrentarla, y ganarle. Negar lo que está sucediendo, es nuestra manera de esquivarla y no afrontarla. En muchas ocasiones, ante el no reconocimiento de nuestro problema, nos negamos a acudir a un tratamiento. Por este motivo, es importante, que aunque el enfermo con adicción no quiera acudir a terapia o a un tratamiento, sí lo haga la familia. Es una forma de que empiecen a hacer algo. Se arrancara de esta forma a trabajar el cambio de comportamientos en el hogar, a establecer límites, pedirle ayuda al profesional, y a modificar la comunicación en casa.

Trabajar en un tratamiento para combatir esa negación («yo puedo solo», «deje ya», «casi no uso», «me recato cuando quiero», «es solo un permitido») es fundamental para que podamos empezar el proceso de rehabilitación. ¿Caso contrario, por qué arreglarías algo que no está roto? En tratamiento trabajamos a nivel cognitivo, y también para que restablezcamos nuestros hábitos de vida, y que estemos alejados de nuestros comportamientos adictivos. Nos muestran, amablemente y con afecto, que nuestro discurso no coincide con nuestro presente calamitoso. 

Cuando nos hacemos adictos (no decir), cambiamos muchas de las cosas que formaban parte de nuestra vida, como nuestro entorno, hábitos y nuestra manera de pensar. La negación de la adicción lo que hace es «proteger» la dependencia que padecemos. Así, nos apartamos de la realidad y creamos un mundo imaginario, donde creemos que no hay adicción o que la adicción no es perjudicial. Lo peor del asunto es que ni somos conscientes de estar negando nuestra adicción.

La negación de una adicción no es un fenómeno aceptado únicamente por el consumidor. En muchas ocasiones, es común que la familia adopte también una codependencia. De forma inconsciente, los familiares que conviven con nosotros, tienden a desarrollar comportamientos parecidos a los nuestros, cuyo objetivo es mitigar la situación de dolor y caos que genera nuestra conducta adictiva. Y aceptan la negación como pauta de conducta: «Yo te «mato» para poder seguir viviendo». Lo que se consigue es crear una situación de aparente equilibrio y armonía, hasta que las consecuencias negativas son ya insoportables y no se puede «tapar el sol con la mano».

La vía para solucionar, tanto la fase de negación como la propia adicción, es a través del tratamiento. Además, no hay que esperar a que reconozca que tiene un problema. A veces, el paso del tiempo y el conjunto de consecuencias negativas llevan a situaciones límites que ya pueden dificultar el ingreso a un tratamiento.

Nosotros, los adictos, vivimos «sucios», con ese «secreto», «con carpa», de que escondemos nuestras miserias y la jugamos de «recatados». Pero con el correr del tiempo, las evidencias que somos más «culpables» que «sospechosos» son abrumadoras. No le podemos mentir a nadie más. Y negamos o minimizamos hasta lo absurdo y ridículo. Uno, es ese yo con ansiedad, depresión y sin destino; y el otro, es mi discurso de que a veces consumo o que no consumo nada. Los dos lobos crecen. Y los dos duelen.

Existen estrategias según expertos, que ayudarán a superar la negación, algunas de ellas son:

  • Analizar con sinceridad tus temores.
  • Pensar acerca de las posibles consecuencias negativas de no hacer nada.
  • Expresar tus miedos y emociones.
  • Tratar de identificar las creencias irracionales acerca de tu situación.
  • Escribir un diario sobre tu experiencia.
  • Contarle lo que te pasa a un amigo cercano o a un ser querido.
  • Participar de un grupo de apoyo.

La recuperación de las adicciones puede ser un camino largo, intenso e impredecible. Sin embargo, mantenerse en este camino hasta conseguir nuestro objetivo y recuperar nuestra vida es lo más importante. Para darte cuenta de que te estás auto engañando y cambiar la vida, necesitas que te digan las cosas, te pongan límites, que te den devoluciones, que te confronten, que te «muestren un espejo», y que te hagan sentir toda la angustia que hiciste sentir a los demás. Y eso lo encuentras en los grupos terapéuticos de un tratamiento, y es un punto de partida para mejorar y cambiar los pensamientos y comportamientos. 

Pero hay que tenerse fe, que se puede. Si tenemos fe, recibimos con los brazos abiertos el regalo de la vida sana y la recuperación. Es imperioso confiar en que podemos vivir mejor. Y que negando nuestra adicción todo va a ir peor. En cambio, aceptando, hablando, angustiándote por los dolores de ser un esclavo, y dejándonos guiar, nuestro mundo interior y exterior, «clavado» que va a sanar. 

Federico Müller

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