La primera imprenta arrancó por el 1700. Y, a diferencia de lo que paso en el resto de América, fue construida con maderas de la selva del alto Uruguay y del alto Paraná. La hicieron los jesuitas, quienes publicaron inclusive algunos libros en Guaraní, para evangelizar a los indígenas de nuestra región.
La primera «Gaceta» apareció en el puerto de Buenos Aires un martes 19 de junio de 1764. Era para difundir las ideas legales y jurídicas de la nueva organización de la Argentina. Su impulsor fue Mariano Moreno. El diario en Argentina comenzaba así como medio de circulación y defensa de los ideales revolucionarios e independentistas de aquella camada. Salieron para que la gente esté enterada de los acontecimientos, actitudes, y políticas de los funcionarios.
En el inicio de la prensa gráfica, los periodistas eran mirados como políticos. El país fue usualmente gobernado por periodistas como Dorrego, Alberdi, Mitre, y Sarmiento. Y otros que tenían intensiones, pero que no llegaron… Luego se los empezó a «vocear». Salían los «Canillitas», que les decían así por qué tenían pantalones cortos, y las canillas expuestas, a los gritos por las calles para que la gente se tiente y los compre. Estos han sido una raza aparte, vivos, pícaros, y creativos de labia. Con toda la inventiva e imaginación de los personajes de mucha calle. Al interior llegaron por los nuevos ferrocarriles argentinos, para después ser vendidos por los pibes. Aunque algunos lo consideraban horrible eso de andar a los gritos, como si fuesen «pastelitos».
Pero el deporte en los diarios solo se difundía como un hecho asilado, colorido, y sin una sección especial. Ni mucho menos un diario deportivo. La hazaña deportiva del boxeador Luis Ángel Firpo el 14 de septiembre de 1923, peleando por el título mundial en New York frente a Jack Dempsey, lo cambiaria todo. La venta de los diarios, en especial el de La Nación, fue un suceso tremendo. Se vendieron «como pan caliente», y no pararon de salir nuevas ediciones.
Y eso hizo ver, también con la participación del seleccionado argentino de futbol en los Juegos Olímpicos de 1924, que había un nicho de un mercado muy grande, creciente, y tentador. El 1 de enero de 1915 nació el legendario El Heraldo de Concordia, pero sin deportes. Fue de la mano del Doctor Lieberman. Hoy sigue funcionando en el mismo lugar de siempre. En esa emblemática esquina de San Luis y Quintana. Se puede visitar esa reliquia, y las instalaciones. Íntimamente ligado a nuestra historia. Si no pasó por ahí, es porque «no sucedió».
Recién en 1919 sale la revista El Gráfico. Aunque era de interés general, tenía mucho de los deportes de aquella época. Más que nada de fútbol, natación, carreras de caballo, equitación, atletismo, tenis, boxeo, y automovilismo. Después de la edición 300, el semanario arranca a ser exclusivamente un Magazine Deportivo. Y el mejor de todos los tiempos. Tenía a los más notables escritores y periodistas momento. «Altas plumas» para la época, en un mundo donde el acceso a la información y formación era muchísimo más limitado que ahora.
El dueño de «El Gráfico», Constancio Vigil, trae a tres periodistas deportivos que hicieron historia: Ricardo «Borocotó» Lorenzo, Félix Daniel Frascara, y Alfredo Rossi. Luego vendrían otros como Julio Cesar «Juvenal» Pascuato, Dante Panzeri, y Osvaldo Ardizzone.
El Gráfico impactaba por su papel, su tamaño, y sus recordadas y tremendas fotos y tapas. Tapizaba con sus láminas desplegables, las paredes y ventanas de las piezas, los bares, talleres, peluquerías, restaurantes y todo tipo de comercios. Así como en mi ciudad muchos lectores lo esperábamos los martes por la noche al pie de nuestro kiosco, otros miles preferían ir a las estaciones, a esperar que bajen el paquete de diarios y revistas que procedían de la Capital y no esperar ni siquiera a la distribución.
En 1932 sale una revista llamada Alumni, que hoy puede sonar insólita. Informaba en las canchas los resultados de los otros partidos. Lo hacía con carteles en un costado del campo que tenían chapas que se iban cambiando. Según el color y la letra, estas representaban al local o al visitante, los penales, los goles, las expulsiones, los resultados, etc. Todos estos símbolos también estaban en la revista Alumni, que la gente tenía a mano. Y así, hablando ese mismo idioma todos, sabían como iba el clásico rival, o el puntero del campeonato en determinada cancha, o hubo gol de quién, y todo eso. Esta revista era la más usada…
Hasta que llegaron, a finales de la década del 50, las radios portátiles a transistores. Que fueron usadas rápidamente por las hinchadas. Ahí ya la gente podía escuchar a los relatores y a cada uno de los enviados especiales con el comentario y el informe desde cada uno de los estadios. Y la revista Alumni fue condenada a su desaparición. La última vez que rompió el récord de ventas fue en 1964. Porque hubo una huelga de relatores de futbol en todo el país…
El boxeo tenía a La Guía Pugilística, que arranco allá lejos y en 1924, una especie de Biblia del Boxeo de Argentina, como una base de datos insustituible. Donde salían todos los boxeadores, sus datos, los récords, el ranking, la división, las peleas, los campeones, etc. Había que tenerla «en el primer cajón». El primer editor fue el periodista deportivo Rosauro Aubone y el español José «Pepe» Cardona. Dos grandes estadistas.
KO Mundial salió en 1952, y era porteña. Bien enfrente del histórico Café Tortoni de la Avenida de Mayo. La fundo Aldo «Ring» Cappagli, un amigo de Juan Duarte, el hermano de Evita. Y su jefe de redacción fue Simón Bronenberg. Ahí pasaban los grandes boxeadores argentinos y mundiales. Y obviamente, el presidente de la época, Juan Perón. En un «hervidero» de historias y leyendas adentro.
La revista insignia del Turf ha sido la Palermo Blanca. También la Palermo Rosa, que cubre el hipódromo de Palermo y de San Isidro, y es diaria, con todos los «chusmeríos» del ambiente. Y para La Plata, la Palermo Azul. Todas pertenecientes a la Palermo Blanca, que cubre el mundo del Turf.
En la década del 50, apareció una revista llamada Mundo Deportivo, que salió a competir con la Revista El Gráfico y la Goles. En diarios se consumía mucho Clarín, La Nación, y La Razón. Y el deporte se practicaba cada vez más. Pero aún era considerado algo «recreativo» y menos «importante». Recién, a partir del Mundial de Inglaterra 1966, se empezó a tener un nuevo y gran espacio en las secciones deportivas y se enviaron más enviados especiales al exterior.
Se mandaba la información por una máquina telegráfica, hoy obsoleta, preparada para enviar y recibir mensajes mecanografiados. Punto por punto a través de un cable simple de Telégrafo. Muchos escribas venían de la facultad, de la docencia, o de la literatura. Entonces encontraban en estos diarios y revistas una plataforma para expresarse, difundir, y comunicarse.
La mejor revista de Automovilismo, según mi viejo amigo «El Cabezón» Moulia, que tiene una cabeza grande y memoriosa como para almacenar toda la historia del deporte argentino, fue la Automundo, tanto le gustaba que el tenía la colección completa, por su calidad y era «a todo color». Recuerdo mucho en los kioscos la revista de automovilismo Corsa, que fue un semanario fundado en 1966 y relanzando en 2007. Corsa cubrió noticias del gran y popular automovilismo argentino, principalmente sobre el Turismo Carretera, TC 2000, y de la Fórmula 1.
Con el transcurso del tiempo, los textos empezaron a ser cada vez más agradables, con buen humor y de una redacción más emotiva y precisa. Inclusive, la información cada vez más se mezclaba con la interpretación y la opinión. Hasta muchos escritos ser «deliciosas» obras de arte. Y recordados y almacenados por los de la época.
Otros cronistas deportivos argentinos muy conocidos y leídos fueron los hermanos Campagnale, Hugo Gambini, Enzo Ardigó, Cherquis Bialo, Juan de Biase, Julio Ernesto Vila, Alfredo Praga, Diego Bonadeo, Aldo Proieto, Horacio Pagani, Carlos Losauro, Rodolfo Bracelli, Carlos Irusta, Osvaldo Principi, «El Negro» Villa, Ulises Barrera, Claudio Mauri, Walter Vargas, y Ezequiel Fernández Moore, entre otros. Obviamente que me faltan porquen no conozco a todos y tampoco entrarían en solo una nota.
Según mi inagotable fuente del pasado, el señor Horacio «Batata» Cresto, en Concordia escribieron sobre deportes Saúl Centurión, «Pajarito» González, «El Loro» Rodríguez, «Carlitos» Mondolo, Emilio Scarinci, «El Gordo» Gallo, Cascardo, «El Huevo» Bradanini, Ángel Cardozo, Oscar Noblega, Jorge Eduardo Scarinci, «El Negro» Candia, Luis Pared, Adolfo Badaracco, y el mismo Horacio, quién mandaba sus notas para ser publicadas. Esto ultimo se usa y se usaba.
Luego siguieron buenos y muy leídos escribas de mi generación, como Edgardo Perafán, Juan Carlos Valdez, Guillermo Coduri, Alejandro «El Guyi» Dezuliani, Gustavo Cardozo, y «Juani» Segovia, entre otros. Que increíblemente resisten con laburo y creatividad a los avances de los nuevos videos y audios de todo tipo y pelaje de las innumerables y nuevas plataformas.
La difusión de la prensa gráfica jugo un papel importantísimo en el ámbito del deporte, y ha permitido fomentar la actividad física y la vida sana. Permanentemente atrayendo a nuevos chicos y a nuevos deportistas a los diferentes eventos que se organizaban. Todo lo que paso en el país recorrió las hojas de los diarios y las revistas. Y obviamente en los libros. La historia recorre y se recupera desde estos lugares. Y finalmente desde las computadoras y redes sociales.
Todos los periodistas a las corridas, buscando la información justa, la metáfora que enamore, la ocurrencia que lo distinga, la empatía, el humor, y evitando siempre errores u horrores gramaticales. Corrigiendo, corrigiendo, cortando y confeccionando, hasta lograr la excelencia, o algo que se le acerque.
Siempre se quiso y quiere hacer la nota más linda del mundo, se sueña con que se venga una gran historia, debeladora, profunda, una imagen que ilumine el suceso, una anécdota, algún bocadillo copado, como para que los lectores la conozcan, se interesen, se emocionen, la disfruten y la recuerden mucho.
Uno como periodista anhela conectarse con lo que produce, y poder sentir «bajo la piel» esos hechos y el de sus protagonistas. Tratar de protagonizar, en carne propia, lo vivido por otros. Conocer las anécdotas aunque no la haya vivido. Y que un día te diga la familia o el protagonista: «Gracias por el homenaje, nos alegraste el día».
LA LEY DEL DEPORTE