Conozco gente que le pego, robo, y hasta mato a sus familiares por plata, para financiar sus vicios. Otros que secuestraron y mataron a unos abuelos adinerados para sacarles sus riquezas y poder consumir sus vicios. Un adolescente vació la empresa familiar para poder seguir con su carnaval de drogas y alcohol. Otro, alucinado, le ha vendido los campos a sus padres para seguir consumiendo. Un chico mató a una anciana con veintiséis puñaladas para robarle la plata, y las «pastas». Otro le vendió todas las herramientas de trabajo a su padre… Y de esas, millones.
Podría estar «hasta mañana» contando historias. Yo me cansé de robarle a mi viejo para anestesiarme y enfermarme. Uno, en la enfermedad, pierde la capacidad de ponerse en el lugar del otro, y sentir lo que le genera al otro. Pensás solo en vos y en consumir, nomas, y decís: «Yo lo quiero mucho, pero le saco esto porque, no tengo plata para comprármela yo». Que los otros se corran de tu camino o que se «hagan asfalto» porque hoy «hay fecha» y los pasas por arriba. Y, por eso, uno puede uno convertirse en un monstruo sádico e impiadoso porque, entre otras cosas, pierde la empatía.
La empatía es la capacidad de sentir lo que un individuo diferente puede percibir. Es saber escuchar, comprender, y olvidarnos por un rato de nosotros. Nos permite reconocer y entender las emociones de los demás y sus motivaciones. Es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, de ponerse en el lugar del otro. En definitiva, es sintonizar con el otro y eso se puede y debe ejercitar y desarrollar. Es un verdadero entrenamiento, eso de «meterse en el otro» o «sintonizar con el otro», y da origen a una relación afectiva que genera una linda y buena alianza.
Esto es necesario para relacionarnos eficazmente e interactuar con los demás sin tantos conflictos. Y suma, ya que las personas empáticas, normalmente, tienen mucha popularidad y reconocimiento social. Pero no alcanza con comprender algo, si uno no es capaz de expresarlo, de ponerlo en palabras. El otro se da cuenta de que lo comprendimos y se siente bien. Es decir, que yo percibo algo que viene de esa persona y se lo manifiesto. Y así conectamos mejor.
En la empatía, siempre se parte desde el otro: de lo que siente y eso viene hacia mí. Existe tanto el deseo como el compromiso de comprender qué es lo que le sucede al otro, o «en que anda». A veces, en nuestro carácter, no desarrollamos todos estos elementos indispensables para alcanzar más inteligentemente nuestros sueños.
Si perdimos la capacidad de sentir con el otro, podemos encontrarnos con personas psicópatas. El psicópata no siente culpa ni angustia; puede insultar, manipular, descalificar, agredir, y no experimentar el más mínimo sentimiento, porque ha perdido la capacidad de conectarse con sus emociones y “sentir con el otro”. En eso nos podemos convertir con la adicción a los consumos problemáticos. Solo pensamos en nosotros, y nos volvemos seres grises, sin vida, egoístas, y muy peligrosos. Sin empatía somos más duros, más ofensivos y muchas veces crueles. Y con ella se nos activa la oxitocina y nos baja el cortisol, que nos provoca e inunda a nuestro cuerpo de estrés y dolor.
Hoy sabemos que, cuanta más empatía poseamos, menos maldad tendremos. En cambio, alguien con un bajo nivel de empatía, como un adicto empedernido, será más propenso a lastimar a los demás. Poco o nada le importará lo que les suceda a sus semejantes, mientras esto no lo afecte. En cambio, quien tiene altos niveles de empatía, por lo general, no le hará a ninguna persona, aquello que no desea que le hagan. Lo quiere al otro, porque logra ver que todos hacemos lo que podemos.
Con la empatía incorporamos a nuestra vida una cualidad interna que no solo será de ayuda y beneficio hacia el otro, sino que generará en uno mismo una gran sensación de bienestar. Empatizar eficazmente puede ser un reto para cualquiera. Cuanto más practiques y más trabajes en eso, mejor lo harás. Por eso, en cuanto comiences a entrenarlo vas a ver casi de inmediato los resultados.
El contacto visual es indispensable para lograr empatizar con las demás personas. Al establecer un vínculo mirando a la otra persona, conectas, prestas más atención y, a la vez, con la visión periférica, puedes observar otro tipo de detalles, como el nivel de concentración que demuestra la otra parte. A todos nos gusta que nos presten atención e incluso que se fijen en los detalles. Por eso es por lo que cuando buscas tener más empatía, tienes la posibilidad de ejercitar tu interés por lo que la otra persona comenta, incluso si no estás de acuerdo. Recuerda que la conexión se basa en las emociones, que son las que hacen que los vínculos sean especiales.
FEDERICO MULLER