Nuestra filosofía nos va a determinar que clase de persona queremos ser. Todos en algún punto nos preocupamos de como debemos comportarnos, que nos hace bien, que deberíamos decir, como hacer el bien, y cuál sería el razonamiento y sentimiento correcto.
Saber nuestra escala de valores, y prestarle atención, serán la base de nuestra conducta y el porqué de nuestras acciones. Es también un “eje estable” que, en los malos momentos, es bueno recurrir.
Nuestra filosofía nos ayudará enormemente a enfrentar situaciones traumáticas y estresantes. Para enfrentarlas, sortearlas y seguir adelante. Un principio fundamental es hacer más de lo que nos gusta y hace bien, y menos de lo que no nos gusta y nos hace mal. Pero que resulte coherente con nuestra escala de valores.
Otro ítem es construir válvulas de escape saludables como el deporte y la meditación, escribir lo que te pasa, tener un diario personal de victorias y derrotas, entre otras cosas.
Otro punto importante es imaginar y dibujar la “foto del futuro”, donde queremos estar dentro de cinco años o diez. Inteligente es aquel que se adelanta a su propio proceso, adecuando su escala de valores a esa evolución cronológica.
Cada uno es particularmente hábil para algunas tareas e inhábil para otras. Todos tenemos un diferente ADN, por eso todos somos seres únicos. Imperioso es identificar aquellas tareas para las cuales estamos naturalmente más capacitados, y para cuáles no. Así todo nos resultará más accesible. Y delegar lo que no sabemos…
En mi caso, mirar, investigar, escuchar, leer, pensar, escribir y hablar “es lo mío”. Conocer “la tuya”, puede ahorrarte una gran fuente de estrés e infelicidad. De este modo nos desempeñaremos con mayor habilidad, y comodidad. Y, en consecuencia, los desafíos serán menos estresantes u odiables.
En definitiva, descubrir nuestra área de excelencia, donde nos destacamos y nos gusta, y desarrollarla con pasión, dentro de nuestras posibilidades, nos evitará, nada menos, que odiar nuestra vida y tener que buscar “ahogarla” con consumos o conductas problemáticas. Debido a qué feliz nos hace el amor y el trabajo bien hecho.
Y otra que leí, y me fascino, es: ¿Qué queremos que diga nuestra lápida cuando pasemos a “otra vida”? Y… ¡Los valores que uno cree que deberían ser reconocidos por los demás y por nosotros mismos!
Por ejemplo: “Acá descansa un hombre que fue un personaje, que tuvo todas las posibilidades en la vida, viajo mucho, pero que nunca mostró sus lados débiles y sus problemas existenciales, los oculto usando máscaras y tomando un camino equivocado: consumiendo drogas. Y con el tiempo se enfermó”.
“Hizo tratamiento, le costó muchísimo, recibió el alta terapéutica, y logro conocer y difundir su vida, el deporte, las terapias, el descanso, la meditación, y su nueva manera de vivir mejor”.
“Finalmente, aunque tenía problemas y días muy malos, se dedicó mucho tiempo a la familia, a informar, hacer deportes, realizar entrevistas a referentes deportivos y positivos, a tener una buena radio, y a escribir libros de deportes en general, y de boxeo y adicciones en particular. Investigo y escribió sobre como podemos vivir una vida más plena y saludable”.
Esa es la persona que quiero ser y con la vida que me identifico y creo me hace bien. Esas son las cosas que uno se ha estado esforzando en alcanzar. Es vital darnos cuenta de lo que apreciamos, ya que si lo sabemos… Nuestro camino va a ser más sereno y seguro, que cuando estamos perdidos en las drogas y se produce una discordancia en lo que creo y lo que hago.
Este tipo de desarrollo espiritual, construye creencias y certezas que hacen desvanecer a nuestras inseguridades, el miedo, el temor, la incertidumbre, los nervios, y la duda de que hacer, de si podremos ganarle a la vida o no, que son causas de mucho estrés y malestar.
Y, en mi filosofía de vida, siempre está la meditación, ya que con la meditación “ventilas” la tensión del futuro incierto para vivir el presente. Así callas el “parloteo” mental. Tanto pensamiento te nubla la cabeza, que es lo más importante, y la “radio interna” reduce nuestra capacidad de ver claramente y aprender. Y si no la apagamos nos queda una “tormenta eléctrica”.
Lo que altera al ser humano es la mente. Vas para atrás te deprimís, vas para adelante te preocupas. Por eso hago mente plena, ya que la paz y el bienestar, me ha enseñado esta práctica, viven en el único tiempo real: en el aquí y ahora.
Otro que recomiendo es imagínense caminando en victoria, haciendo lo que fantasearon de chicos y de joven, siendo similar a aquel que miraron y admiraron, y manténganse fiel a eso.
Siempre es positivo tener un modelo en quien inspirarnos. Van a caminar por una tierra “más parquizada”, que si bien tiene espinas, oscuros y pozos, vale la pena recorrerla. Porque con todas sus farsas, miserias y sueños fallidos, este sigue siendo un mundo que se puede disfrutar y pelear por él.
Un decálogo de mi filosofía es tratar de no fumar, no tomar alcohol, no consumir drogas, hacer triatlón, leer, escribir, tratar de dormir siete horas, meditar, y reírme con amigos y familiares al menos dos veces a la semana. Para ayudarme a desenvolverme mejor en la vida.
Suena mucho, pero la clave es ir incorporando esos hábitos uno a la vez, progresivamente, y los cambios se notarán en seguida. Primero dejo las gaseosas, luego empiezo a caminar tres veces por semana, más tarde tomo dos clases de yoga por semana, etc.
Y luego será difícil dejar los buenos hábitos. Una vez que te das cuenta de la diferencia entre sentirte mal y sentirte bien, cansado o energizado, apático o entusiasmado, no querrás volver atrás.
Como dice la sabiduría popular: “empeoras más por tus malos hábitos que por el paso de los años”. Entonces, seamos buenos, y tengamos un manual de instrucciones que apunte a mejorar nuestras vidas. Y tratemos de respetarlo.
Termino este escrito con una leyenda Cherokee: Cuenta que un anciano estaba con su nieto hablándole sobre la vida, y le dijo al chico: “Tengo dos lobos dentro mío, luchando entre sí. El primero es un lobo bondadoso, alegre, amoroso, esperanzado, y humilde. El otro es un lobo violento, con miedo, envidia, codicia, soberbia y odio”. El nieto pensó por un minuto y luego le pregunto a su abuelo: “Y Abu, ¿qué lobo ganará?”. Y el abuelo contestó: “Aquel que yo alimente”.
CHARLAS SOBRE CONSUMOS Y CONDUCTAS PROBLEMÁTICAS