Cuando te va mal, te sentís mal, y no encontrás tu lugar, y es una tentación ser negativo, sacarle el cuero a todos, ver todo lo malo, lo tóxico de las cosas y la gente. Y esto se te retroalimenta y después te convierte en un «viejo vinagre», gruñón, y pesimista, al cual nadie quiere ver.
Ser positivos es la disposición nuestra para interpretar la realidad asumiendo que somos capaces de algo. Cuando se tiene una disposición positiva, es más fácil ser eficaz, y cumplir con las tareas y los retos.
A las personas con una actitud positiva se le abren muchos caminos, son menos propensas a sufrir depresión, ansiedad e inclusive ciertas enfermedades, como las cardiovasculares y cerebrovasculares. Y también reduce las chances de otra enfermedad, como la drogadicción.
Cuando somos pesimistas, nuestras células se van debilitando hasta desgastarse y enfermarse. Cada emoción física viene precedida de un pensamiento. Si pienso mal, mi cuerpo estará mal. Y si mi cuerpo está con achaques, mi cabeza recibirá ese malestar.
Ante un obstáculo o un inconveniente se te pueden poner los «nervios a la miseria» y ver todo negro, o bien respirar hondo, cortar los pensamientos negativos, y buscar una solución. La negatividad es una actitud tóxica de ver la vida, y atrae eso que tanto miedo nos da. Y ser negativo afecta tanto al que lo es como a su entorno y algunos querrán alejarse de él.
Son los pensamientos o entendimiento que tenemos de las cosas lo que nos va a afectar la vida. Es como vos ves las situaciones de tu vida. Y es «la piedra fundamental» sobre la que basamos nuestras acciones. Si las cogniciones son correctas, estarán de acuerdo con los hechos, serán la realidad, y tendremos mayores probabilidades de tener éxito porque medimos con «sentido común» las chances de que las cosas salgan bien o mal.
Cuando la cognición es equivocada… un hecho insignificante es interpretado como una catástrofe, el fin del mundo. Nuestra mente interpreta como amenazante algo que probablemente no lo sea. Y por eso padecemos emociones desagradables como ira, miedo, estrés, y la horrenda inseguridad. Podemos, por efecto dominó, ver el mundo oscuro y tenebroso. Hasta poder así caer en drogas para calmar o aliviar ese miedo, dolencia, malestar, o estrés.
Si creemos que no servimos para nada y que todo va a salir mal, tendremos razón. Pero si creemos que todo va a salir bien, también tendremos razón. Hay que tenerse fe, y pensar en positivo.
Las personas inseguras o que vivieron hechos traumáticos tienen cogniciones o pensamientos que las colocan en inferioridad de condiciones para enfrentar retos, desafíos, proyectos, e incluso acontecimientos rutinarios. Como por ejemplo, cuando nos decimos: «No sé hacerlo, me va a salir mal, todos se me van a reír, me van a echar del trabajo, se van a dar cuenta, todos quieren aprovecharse de mí, me están engañando, prefiero morir, etc.».
Las personas positivas tienen sensaciones de logro, de seguridad, y de éxito. Y esto contribuye a vivir mejor y tener los resultados esperados. Por ejemplo: «Voy a tener tremendo día, todo me va a salir bien, soy capaz de lograrlo, será un éxito, puede que salga mal, pero a todos les pasa, voy a dejar «todo en la cancha», entrenaré más, si los otros pueden yo puedo, si yo no puedo nadie puede», «lograré el prestigio soñado», «hoy hay que salir a ganar», «si no sale por lo menos lo intenté», «el día no será ni de aquel, ni de ese, ni de nadie… va a ser mío», etc.
Esta seguridad proviene de una buena autoestima y poca importancia al que dirán. Ser negativo afecta la salud y la calidad en general. La gente positiva vive ocho años más que la negativa.
El negativo es víctima de la situación, tiene miedo a los cambios, no puede hacer nada para quebrar esos pensamientos, todo lo ve como un caos, piensa solo en una idea fija negativa, y por supuesto ¡No tiene motivación!
Una actitud positiva es darle trascendencia a lo que hago. Si ves algo positivo en tu vida, algo que nadie puede discutir y vos te destacas… Aférrate a eso y dale para adelante. ¡Todos los días proponete una visión positiva de la vida, convertite en una persona que contagie entusiasmo y ganas de vivir! Este tipo de disposición incrementa la cooperación, mejora la comunicación, potencia la innovación, reduce el estrés, el conflicto y las luchas de poder en el espacio de trabajo.
¿Cómo se desarrolla el pensamiento positivo?
En la frente se sitúa la capacidad para afrontar el abatimiento ante situaciones difíciles. Cuando estos circuitos se entrenan mediante el hábito, producen el cambio del pensamiento negativo al positivo. Por ejemplo, si al levantarse por la mañana el primer pensamiento es negativo, se está activando una actitud que lleva a un tipo particular de conducta. Para acabar con esa tendencia pesimista, el mensaje matutino debería ser diferente: “¡Un día más, vamos a ver qué cosas buenas van a pasar hoy!». La existencia no se volverá color rosa, pero se está alterando el circuito neurológico habitual. Se trata de un cambio que puede hacerse desde la parte cognitiva y desde la parte conductual, las cosas que se hacen. Pero también desde la emocional, las cosas que se sienten.
La positividad es aliada de la creatividad
Si ante una situación el individuo se enfoca en lo que puede salir mal, en sus deficiencias, en sus carencias y en el miedo, se activa el sistema nervioso asociado con la amenaza que lo mantiene en guardia.
En cambio, cuando se trabaja desde la positividad, se despierta el sistema nervioso que impulsa la capacidad para crear, imaginar e inspirar. El pensamiento positivo te lleva a una forma de pensar diferente, fuera de lo habitual, y a la genialidad. El optimista es profundamente atrevido, productivo y creativo, aunque un buen pesimista haga grandes canciones en momentos terribles.
Tres pasos para entrenar la positividad
1.- Practicar la terapia narrativa. Debido al estrés acumulado, cuando ocurre algo negativo, se tiende a dramatizar. Por ejemplo, cuando surge un problema con una nueva aplicación esencial para seguir desempeñando un puesto de trabajo y se comienza a pensar que no se está preparado. En ese momento, se debe reformular la historia que uno se cuenta a sí mismo: hay que poner el foco en las virtudes y en los logros cotidianos para saltar del pesimismo y el drama, a la esperanza y la resiliencia. Por ejemplo, si se mantiene la calma y se piensa que al igual que se han logrado otros cambios en el pasado, se puede aprender a manejar esta aplicación.
2.- Recuperar la sensación de control. Es vital para mantenerse optimista. Por eso, se puede entrenar a través de la resolución de pequeños problemas cuya gestión está al alcance. Y, sobre todo, no perder el tiempo preocupándose por las cosas que están fuera del círculo de influencia, como las decisiones políticas o lo que los demás piensan.
3.- Potenciar la gratitud. Valorar desde el agradecimiento los pequeños avances que se vayan produciendo, en lugar de sufrir desde la frustración de todo lo que aún queda por resolver. Las personas que hacen una lista diaria de gratitud, anotando las cosas buenas que les han sucedido, experimentan niveles muy superiores de bienestar y muy inferiores de depresión. Hay que entrenarla y convertirla en un hábito para que predomine sobre el pesimismo. Solo así, este optimismo acabará formando parte esencial del carácter. Los pensamientos o cogniciones pueden modificarse y mejorarse por medio de tratamientos psicológicos.
Mohamed Alí decía: «Los campeones no se hacen en los gimnasios, están hechos de algo inmaterial que tienen muy dentro de ellos. Es un deseo, un sueño, es una visión».
CONSEJO MUNICIPAL DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES