Muchos de nosotros, en afán por mejorar, salir adelante, vivir por encima de la línea de flotación, tener una mejor actuación, y por las presiones de la vida moderna, vivimos sometidos al estrés. Y quizás no lo sabemos, y esto es muy malo y nocivo. Tanto es así que puede «pincharnos la carrera» y nuestra propia vida.
El cortisol es la hormona del estrés y la supervivencia. Cuando este sube le cuesta en bajar. Y, si se la pasa arriba, se puede hacer crónico y enfermarnos. Las personas perfeccionista están inundadas de cortisol porque están constantemente preocupadas.
Existen dos tipos de estrés: el bueno y el malo. Cuando se dice estoy estresado, se habla del malo. El estrés dañino. Cuando la respuesta de la persona a las presiones externas (jefes, compañeros, familia, colegio o auspiciantes) o internas (autoinfringidas por uno mismo que se «hace la cabeza») es favorable, exitosa y agradable… Se siente el Estrés Bueno.
Si sienten que su capacidad para soportar el trabajo, la pareja, los entrenamientos, el colegio y las presiones de obtener resultados exitosos son insoportables, estaremos en presencia de un Estrés Malo. Y te «come» la cabeza. Si no podemos convivir con esos nervios, no podemos acarrear esa presión física o psíquica sanamente de ser alguien en la vida, atentará contra la carrera tanto profesional como aficionada. Y con el futuro. Las lesiones son una alarma orgánica que puede terminar por enfermar el organismo totalmente.
Uno hace cosas porque le gusta o debe, para hacer amigos, ganar dinero, prestigio, salud y relajarse, no para convivir con ese «perno» metido dentro de uno. Así que hay que diagnosticarlo, controlarlo, no dejarlo crecer «por las nubes». Y si lo podemos desterrar de nuestras vidas, mejor aún.
El estrés es la raíz de muchas lesiones en el cuerpo y en la cabeza. Si el estudiante, obrero, o el jugador siente fatiga, desgano para trabajar, entrenar o estudiar, falta de concentración, puede que esté sintiendo de a poco el avance del estrés. En una primera etapa. Casi imperceptible, pero que si crece… complica.
Cada persona tiene un estresor diferente y síntomas distintos. No hay estrés, sino estresados. ¡Porque todos somos diferentes! Las estadísticas hablan de una epidemia del siglo 21: «El 50 % de las visitas a los médicos de los pacientes son debidas a causas psicológicas y dentro de ese 50 % la mayoría son por Estrés. No por causas con base orgánicas.
Puede que te transpiren las manos, tengas tensión muscular, alguna contractura en la cervical, picazón en la piel, ronchas, fracturas, mareos, aceleración de los pensamientos, algo de «locura»…
Te va, con el paso de los años, afectando tu organismo, de forma implacable. Es el temido estrés crónico. Una epidemia que avanza por todo el cuerpo «sacudiendo toda la estantería». Hay que hablar y pedir ayuda a los amigos, familiares y finalmente a los especialistas.
Si uno no disfruta, no es feliz, no se ha divertido, y vivió años tensionado, seguro sufrirá de alguna forma de Estrés. Y su rendimiento y bienestar van a disminuir mucho. Terminando por arruinar, a la larga o a la corta, la felicidad y la paz que todos buscamos en esta vida. Y un mal día podés terminar, para anestesiar el dolor en el alma y en la cabeza, fumando, alcalizándote o drogándote hasta encontrar la muerte. Te vas a querer «volar la peluca» con algo.
El Estrés Bueno para la persona es cuando uno siente una leve tensión, suave, placentera y hasta necesaria como «para activarse». El Estrés Malo es cuando se siente una inmanejable tensión, desbordante y abrumadora. Del que casi siempre se refiere uno cuando habla de Estrés. Te piden 10 o te pedís 10 y podés dar un 5 o 6. Hay veces que solo podemos salir a empatar. Con un puntito estamos…
La mejor metáfora encontrada para graficarlo es con la cuerda de una guitarra: «Si la tensión es excesiva se rompe, si está muy floja suena mal. Tiene que tensar lo justo y necesario». Todos necesitamos «un cachito» de Estrés, que nos obligue a aumentar la producción, nos come la inflación, ser cada vez mejores estudiantes y deportistas. Pero cuando «pasa a mayores»… Será autodestructivo, y con el tiempo lamentablemente letal.
El techo de tolerancia es diferente en todos. Por eso todos tenemos resultados diferentes. Pero si la vas a pasar mal, suspende. Puede desencadenar en hábitos o consumos problemáticos. Y finalmente en una enfermedad.
El que se somete a actividades largas, duras y no puede convivir con ese desgaste, sufrirá el Estrés Malo, con problemas psicofísicos, en el sistema nervioso, cardiaco y hasta inmunológico. No es «changa».
Podés terminar drogándote para anestesiar esas emociones que son una tortura. Y eso no es una buena opción. Por eso hay que tratarlo cuando aparezca la sospecha de que el «fantasma anda dando vueltas». Apenas empiece a asomar la «punta del iceberg».
Somos una unidad pisco somática, cuerpo y mente interactúan constantemente como dos bailarines de tango. Esa armonía debemos cuidar todo el tiempo. Y depende de ustedes, mantener el Estrés dentro de los límites aceptables y gobernables.
El origen del estrés está en nuestro cerebro. La cabeza es el director de orquesta, y los músculos, el corazón, pulmones y demás órganos son los instrumentos del conjunto. Así que si te falla la cabeza (el que maneja la batuta) fallará el conjunto (tu cuerpo).Pero sí comes mal, bebes mal y te intoxicás el sistema digestivo, ese estrés irá subiendo hacia la cabeza provocándonos mareos, dolor, ansiedad y por supuesto qué estrés.
El director de orquesta (el cerebro) no puede ser solamente un ser emocional (sentir solo amor, alegría, miedos, tristeza o enojo), ni ser solamente un ser racional (logístico, analítico, de buscar soluciones, proyectos o deducciones). Tiene que haber un equilibrio racional-emocional en todo ser humano.
Antes los primeros signos, el joven tiene que hablar con su director técnico, su preparador, su médico, maestro, director, tutor, sus amigos y hacerse sentir. Comentarle lo que siente y le sucede: en la cabeza, en los músculos y en los órganos. El que no habla pierde.
El mejor remedio que tenemos primero es el habla. Adicción es no decir, dicción es decir. El que no libera sus problemas queda preso de sus miedos. Y confesar sus sensaciones. Así ayudan a los profesionales para que lo puedan mejorar. ¡Tan pronto como sea posible! Y, por «efecto dominó», se ayudan a ustedes mismos vaciando sus mundo interno tóxico y enfermante.
Háganse sentir y pidan ayuda y consejos. Esto es una epidemia de la gente del siglo 21. Así que hacete un gran favor y préstate mucha atención. No mires tanto afuera y torce los ojos para adentro. Dándote «mucha bola» a vos mismo… ¡Que sos lo más importante!
CHARLAS DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES