La Ley del Deporte

COCINERO Y DUEÑO DE HAMBURGUESERÍA Y PIZZERÍA «SIN CULPA» ROQUE PELIZZARI

Al hombre de la entrevista de hoy, lo conozco de chiquito, fuimos a la primaria juntos, en la escuela Almafuerte, con muchos alumnos de la zona sur. Su viejo era Ferroviario, como tanta gente en esa época. Luego la vida nos separó porque fuimos a otras secundarias y los dos nos fuimos a otros lados a vivir: el al noroeste de la ciudad, y yo al noreste.

Luego, lo habré visto un puñado de veces: cocinando en el supermercado Norte, en un boliche, otra vez venía de Rosario, hizo su despacho gastronómico y salió para la terminal, alguna que otra vez, y en un festival de boxeo más.

Sabía que era cocinero, esforzado, y curtido. Un sufrido, de mucho trabajo, poco dinero, y menos francos. Pero le gusta, le mete, y por eso nunca se detiene. Una alegría volver a conectarnos y hablar de aquel remoto pasado, el presente urgente, y de lo que estamos buscando próximamente. Bienvenido Roque «Rocky» Pelizzari a «La Ley del Deporte»:

«Hola amigo, como estás, que se cuenta de lindo. Como andas vos, Bueno te cuento. En el año 98, cuando abre el supermercado Norte (hoy Carrefour) envié mi curriculum con un par de amigos, y quede. Mis primeros seis meses fueron en la Pescadería. Despinábamos, cocinábamos, limpiábamos, con el cuidado típico que necesitan los pescados. Después me pasan para la Rotisería, de ayudante, y aprendo a cocinar más. Empiezo a hacer tartas, empanadas, pollo, hacíamos milanesas. La cocina era alucinante, toda de acero inoxidable, con el mejor equipamiento gastronómico. Era de lujo». 

«Luego abren el patio de comidas, ¿te acordás? (era gigante, situado donde hoy venden muebles y están los baños). Y me mandan para cocinar a la gente que almorzaba y cenaba ahí. Ya hacíamos platos calientes. Hacíamos arroz, aprendo a hacer salsas, minutas, guisos, guarniciones. Y ayude en la parrilla. Era todo novedoso ese formato, para todos. Fue una gran experiencia». 

«Un día hablo con el gerente, Osvaldo Bonavento, y le digo que me gustaría pedir el traslado a Rosario, porque allá se podía estudiar Gastronomía, y acá no había nada. Me dijo: «mira Germán, que si te pido el traslado no podés volver en seis meses, tenés que quedarte como dos o tres años allá. Y luego «ver» si acá hay algún lugar. Me asusté, no conocía Rosario, ni sabía si me iba a ir bien. Era todo nuevo para mí. Estaba un poco con miedo al no tener la posibilidad de volver…». 

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«Lo conseguí, entonces nos fuimos, muy convencidos, con un amigo, Sebastián Bonatto, y empezamos a estudiar en el ESAC (Escuela Superior de Arte Culinario), y a trabajar en el Norte rosarino. Andaba a full todo el día. Vivíamos en una casa en Santiago 951, con laburantes y la mayoría estudiantes de medicina (ahí en esa zona está lleno de clínicas, sanatorios, y la gran Universidad de Medicina)». 

«Empecé como cocinero, y a los seis meses quede como jefe de cocina. Tenía un supervisor, llamado Luis Liezu, a quien le mando un beso, aún debe estar ahí. Estuve como tres años, hasta que me empieza a doler mucho la pierna izquierda, me hago unos estudios y me tuve que poner una prótesis de cadera. Vuelvo a los seis meses, pero estuve un año para recuperarme. Fue traumático. El Supermercado me despidió. Estuve muy mal, gracias al apoyo de mi familia, y mis amigos, pude pasar ese muy difícil momento». 

«Más tarde me fueron a buscar de un bar, que se iba a abrir, en calle Pellegrini. «Capo di Capi». Era de «El Alemán» Toto y de Andrés Poli, que en ese momento era el vicepresidente de Rosario Central. Me prueban y quede. Me tomaron como jefe de cocina. Fue un gran desafío, sumamente demandante, sacrificado, pero inolvidable. Estuve tomando a todo el personal, compras, prueba de recetas… darle y darle hasta que salgan buenas. Era un grupo muy lindo, que hasta el día de hoy tenemos contacto. Tremendos compañeros y amigos. Los mejores recuerdos de aquellas épocas».

Sin Culpa

«Teníamos 500 cubiertos, era grande y se llenaba. Y una importante brigada. Respetaban mucho al cocinero, nos tenían muy bien. Ellos no entraban a la cocina. Permanecían en el salón y nosotros en la producción (muy importante para un cocinero que no se metan adentro). Tome un chico, Guillermo Repol, que venía de María Susana, y quería trabajar ahí. Hoy seguimos en contacto y somos muy amigos. Ese fue un bar que represento una época gastronómica». 

«Finalmente, abrimos nuestra Rotisería con un amigo en calle Urquiza. Ahí trabajaba toda la banda que vivía conmigo. Al inicio, sin ganar un mango. Se llamaba «Il Capello». Paso siguiente, inauguramos otra, de comida rápida y minutas, para gente que anda en el centro y come algo sano y sencillo de paso. Después de veinte años dolorido de las caderas, cansado, estresado, me vuelvo a Concordia a ver si renovada las ganas».

«Al principio abrí una Ferretería donde hoy tengo mi propio negocio. Estuve dos años en eso, pero me di cuenta de que me faltaba algo, que me apasione, que me llene, y para mí es la cocina. Y abrí acá la Hamburguesería y Drugstore «Sin Culpa», en concejal Veiga 1957, frente al club Monseñor Rosch».

«Fui formando a mi sobrino Agustín, el hermano de Cristian, que hoy aún, tras ocho años, trabaja conmigo. A otros chicos jóvenes que me han acompañado en este proyecto. Le seguimos metiendo. Muy entusiasmado y siempre presente, encima. Estamos abiertos todo el día, tenemos drugstore, pizzería, rotisería, buscando siempre la variante. Hicimos un hermoso deck para que gente venga a comer, beber, compartir y pasar hermosos momentos. Escuchando música, o mirando fútbol». 

«Tratamos de ofrecerle algo nuevo, copado, a la gente de la zona norte de nuestra ciudad. Intentamos dar lo mejor, con una carta variada de pizzas a la parrilla, hamburguesas, panchos, lomitos, Carlitos, empanadas. Y a un excelente precio».

«Buscando la evolución constante. La clave es el trabajo, la disciplina, ser consciente de que puede haber días buenos y menos buenos y que de todo se aprende. Calidad, siempre dar lo mejor. Con actitud positiva. Trato de trabajar en armonía, ordenado, limpio, y con los gurises motivados, bien capacitados, donde cada uno aporte eso que tiene especial y es valorado».

«Acá trabajan, comen, miran tele, la pasan bien. No se quieren ir. Busco la conexión humana, cuidando el equipo. Para ser consistente, necesitamos también de un equipo consistente, entonces hay que crecer junto con el equipo, y tratar de mantenerlos unidos y contentos. Con Agustín, con Santiago… Rocío, Agostina, ellas están estudiando las dos. Ahora se incorporó Martina. Esto es un reto, un desafío completo. Bueno, «Fede», esa es, más o menos, mi vida culinaria. Y muchas gracias por permitirme contarla». 

Roque es un curtido, un «guerrero de mil batallas» ganadas. Ha tenido operación de cadera, hernia de disco, dolores en las rodillas, en la columna, no podia estar más de tres horas parado, y perdiendo con los años movilidad. Ahora está mucho mejor. Se trata, bicicletea un poco, y hace natación. 

Ha salido airoso de fines de semana con miles de comandas, demasiada gente comiendo al mismo tiempo. Son jornadas largas, de locura, a veces fuera de control. Con el agregado de su amenazante dolor. 

Por todo esto vení tranquilo a Sin Culpa, en Concejal Veiga 1957, frente al club Monseñor Rosch, de mi amigo de la infancia «Rocky» Pelizzari. O llama al delivery 3454 03 42 77.

Vas a disfrutar de jugosas y deliciosas hamburguesas, lomitos, y milanesas. Crujientes pizzas, carlitos, calzones, y empanadas. En un lugar único, agradable, y bien de barrio. Super bien iluminado y estacionamiento amplio. 

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Podes llevarte todo y comes en tu casa, o te instalas en el deck, que está prolijo y muy bien. A ver recitales, partidos, carreras o lo que venga. Meta disfrute nomas. Sin Culpa, abiertos desde las 8 de la mañana hasta la medianoche. Pedí, disfrutas, te agasajas, y después me contás. Como dice el eslogan: «todo lo que necesitas para ser feliz, es venir «Sin Culpa». 

Cuando un compañero, «El Pato» Piriz, hace como 40 años en el colegio, nos presentó, me dijo. «El es Roque, pero le decimos «Rocky» porque pelea bien». Lo que no sabíamos era que la iba a pelear mucho y bien. Hasta «quedar en la lona», y «le cuentan hasta cien». 

 

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