Las personas con anorexia tienen miedo a ser gordas, y son las que se privan de comer, y aunque tengan hambre, lo niegan. Las que tienen bulimia sienten miedo a ser gordas, a veces comen gran cantidad de comida, y después eliminan esos atracones consumiendo laxantes, diuréticos, y provocándose vómitos. Y las que padecen pregorexia tienen también terror a ser gordas, y por eso transitan un desorden alimenticio que las afecta cuando están embarazadas, y que les provoca un miedo constante a engordar.
En este caso las consecuencias pueden ser fatales tanto para la madre como para el bebé. Puede haber desprendimiento de placenta, complicaciones durante el parto, alta probabilidad de retraso mental del bebe, del crecimiento físico, alteraciones neurológicas, y hasta chances de que fallezca.
Muchos se encierran en la anorexia y/o la bulimia y/o pregorexia porque creen que un cuerpo perfecto les va a dar la felicidad, y se quedan atrapados por años en esa creencia hasta poner en peligro sus vidas. Conozco chicas que eran profesionales universitarias, abanderadas de las escuelas, sumamente perfeccionistas y metódicas, querían estar 90-60-90, y llegaron a pesar treinta y pico de kilos, usaban ropa de niñas, las tenían que sostener porque no tenían fuerzas, y su existencia giraba en torno al cuerpo y la comida.
Esto normalmente arranca en la pubertad, cuando empieza a cambiar el cuerpo, y no queremos crecer desproporcionadamente. Yo tengo recuerdos de una infancia feliz, con pasión por el deporte y la vida al aire libre. Pero en la adolescencia, surgió mi preocupación por mi cuerpo. Y me empecé a mirar la panza demasiado seguido.
Coincidió con el inicio de las salidas con las chicas, el querer estar lindo y ser aceptado, impresionar e impresionarme, sumado la presión social que hace un «culto a la delgadez», empezó una obsesión, y mi viaje por gimnasios, y sustancias que sacan el apetito, para adelgazar y tener un cuerpo más esbelto. Me miraba al espejo a cada rato, giraba para verme de perfil, escondía panza, y volvía a chequearme de frente. Nunca paso a mayores, pero ha sido una de mis más largas preocupaciones. Pero lamentablemente, a otros se les transforma en una enfermedad grave.
En las anorexias existe la obsesión por las calorías, autocontrol excesivo del peso, distorsión de la imagen corporal, restricción en tipos y cantidad de alimentos, interés obsesivo por las dietas, y queremos ser como los modelos de los medios y las redes, pero a un costo muchas veces mortal.
En las redes sociales se muestra todo lo lindo. Pero muchos no están flacos porque se cuidan, son saludables, o entrenan, son flacos más que nada porque tienen anorexia o bulimia, o fuman, chupan, consumen quemadores de grasa, laxantes, diuréticos, o cocaína para no comer.
Se repiten las costumbres y el circuito hasta que «no va más». Como en toda adicción: Ansiedad-conducta peligrosa-alivio-ansiedad-conducta peligrosa-alivio-y nuevamente ansiedad… Así hasta estallar. Las personas con esta patología están enfermas y se ven gordas, aunque exhiban una delgadez extrema. Como el ratón que recibe del espejo la imagen de un león.
Hay condiciones de personalidad, genéticas y emocionales, que nos predisponen para desarrollar estos problemas. Un grupo vulnerable son las personas autoexigentes y perfeccionistas. Que hacen cualquier cosa para lograr la belleza y la aprobación.
Otro grupo son aquellos con una gran inestabilidad emocional e impulsividad. También son susceptibles las personas que tienen complicaciones psiquiátricas como la depresión, trastorno bipolar, o de personalidad.
Y existe un grupo minoritario que ha recibido un abuso emocional y/o sexual en la infancia. Este grupo padece la patología alimentaria como una conducta autodestructiva y de baja autoestima.
La anorexia y la bulimia también se pueden detectar cuando se miran mucho al espejo, van al baño, están super flacos, falta dinero en la casa para comprar laxantes, desaparece comida por los atracones, se la tira, o por ropa manchada por vómitos.
Además, existen los «trastornos por atracón», aunque tienen mucha menos “prensa”, y son más frecuentes que la bulimia y la anorexia. Afecta a una gran población de quienes sufren cierto sobrepeso. Se caracteriza porque, siguen dietas restrictivas, pero con frecuencia experimentan compulsión por comer grandes cantidades de alimentos hipercalóricos, en cortos períodos de tiempo, y recaen en su conducta de atropellar con la comida. Con una gran sensación de pérdida de control y de los «estribos».
Cuando el episodio compulsivo llega a su fin, aparecen los sentimientos de culpa y vergüenza. Las consecuencias sociales son: evitar ir a casa de amigos, a cumpleaños, despedidas, bautismos, etc.
Nuestro cerebro es muy eficiente, una vez que algo «le funcionó», sigue el mismo camino, no frena a pensar en otros nuevos. Es como una huella neuronal. Por ejemplo, si cada vez que llego cansado del trabajo, voy directo a la heladera, lo sigo haciendo por más que mi objetivo sea adelgazar. Si cada vez que estoy hinchado por un atracón me voy corriendo hasta la triple frontera, la próxima ocasión, esa conducta me va a por lo menos tentar.
La cabeza y el cuerpo buscan hacer lo que ya hicieron, porque les es más fácil y cómodo. Por eso dejar los consumos problemáticos es tan difícil. Y por eso debemos re educar a nuestra mente.
Hay que aceptar nuestro cuerpo y quererlo porque nos permite vivir, trabajar, correr, y sentir. Y tener presente que comer es necesario para vivir y tener una vida saludable. Hacerlo equilibradamente, no saltear comidas, consumir la cantidad justa, y realizar ejercicios físicos, sin ser extremistas, son claves para una vida sana y plena.
La anorexia y la bulimia son patologías psíquicas y adictivas, que conducen a un túnel oscuro donde es muy difícil de que solos podamos ver la salida. Para salir, es crucial la comunicación con la familia, profesores, o profesionales de la salud.
Para empezar a sanar es importante ver que es lo que se está tapando, anestesiando, y evadiendo con la adicción. Es un camino que requiere de mucha fortaleza y valentía, necesaria si queremos una vida libre de adicciones.
Si tienen conductas similares a estas pidan ayuda, vayan al psicólogo, al psiquiatra, investiguen, para conocer como es su problema, que les hablen con cariño, que les hagan un plan para mejorar su situación.
Una balanza, unos «tubos» en los brazos, o unos «chocolatines» marcados en los abdominales, no nos van a dar la felicidad, ni un centímetro más o menos de músculo. Si estás mal, seguirás mal quedándote hiper flaco, o todo atrofiado.
La paz y la felicidad están adentro nuestro, y no afuera. Por eso siempre vean a un profesional de la salud, y cuéntenle lo que les está pasando. Así los pueden entender, y atender.
CHARLAS SOBRE CONSUMOS Y CONDUCTAS PROBLEMÁTICAS