Juan Carlos «Tito» Lectoure nació un 10 de junio de 1936 en Buenos Aires y falleció un 2 de marzo del 2002 en la misma ciudad. Fue un porteño de ley. Y fue el empresario y promotor más exitoso y prestigioso de la historia del boxeo argentino. Por escándalo.
Hijo de María Celia y de Juan Bautista Lectoure quién trabajaba en la empresa agrícola Bunge y Born. Era el tercero de cinco hermanos. Se crio en el barrio porteño de Balvanera. Practicó boxeo en el gimnasio del Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires desde los 14 años.
«Tito» fue cadete de farmacias e inmobiliarias y también insaciable espectador de funciones cinematográficas, hasta que ingresó a la Policía Federal Argentina para cumplir con el servicio militar. Se retiró con un diploma de honor.
Al otro día de haber entregado el arma y el uniforme ingresó al Luna Park como cadete, asistente de boleterías, ayudante de gimnasio y más tarde colaborador de Juan Manuel Morales, quien iría entregándole en el día a día su experiencia como profesor de boxeo y programador de espectáculos.
El boxeo ya estaba en su sangre porque su tío «Pepe» Lectoure fue campeón argentino Liviano como profesional. Luego manager de Justo «El Torito de Mataderos» Suárez, el primer gran ídolo del boxeo argentino. Y finalmente dueño del estadio Luna Park, junto a su socio Ismael Pace.
Tras la muerte de Lectoure y de Pace, las dueñas del Luna Park pasaron a ser sus viudas: Sofía y Ernestina, tía de Tito. Cuando Ernestina Devecchi le compró a Sofía una parte de la sociedad del estadio, puso a su sobrino como promotor para las veladas de boxeo, cuando solo tenía 22 años.
Tito supo acomodarse en el ambiente y se ganó el respeto de boxeadores, promotores y entrenadores. Tenía a cargo las noches de los miércoles y de los sábados, pero ninguna decisión que tomara se concretaba sin la aprobación de su tía Ernestina.
Tito Lectoure, que llegó a convertirse en el «soltero más codiciado» de Buenos Aires, media 1.82, tenía una sonrisa amigable, y gestos amables a pesar de su firme carácter. Tenía estructura atlética, de espalda ancha, brazos largos, y un buen abdomen trabajado. Parecía tímido y desconfiado, pero rápidamente imponía su habilidad y carisma para consolidarse como un empresario creíble y exitoso.
Su tía, y luego pareja en secreto, amasó una fortuna que había conseguido a través de inteligentes inversiones inmobiliarias. Llegó a tener más de cincuenta propiedades alquiladas en los mejores lugares de Buenos Aires. Vivía en un piso en Avenida Del Libertador, y además tenía uno de los mejores departamentos de Playa Grande en Mar del Plata. En el estadio Luna Park, de su propiedad, se llevaron a cabo grandes veladas boxísticas durante casi un siglo.
«Tito» llego a convertirse en uno de los tres empresarios más importantes del boxeo mundial de las décadas de los 70 y los 80, junto a Bob Arum y Don King. Fue el promotor de las de Monzón contra Licata, Martillo Roldán frente a Hagler y a Hearns, Ringo Bonavena ante Muhammad Alí en el Madison. Y para Europa tenía a Rodolfo Sabattini y Alain Delón, quienes programaron todas las peleas de Monzón en Roma, París, Copenhague, Monte Carlo, además de las de Hugo Pastor Corro y Uby Sacco en Italia, muchas de Santos Benigno Laciar en lugares lejanos y remotos, y aquella de «Látigo» Coggi cuando le ganó el titulo mundial a Patrizio Oliva en Sicilia.
La historia extraña ver a Tito en aquellos sábados inolvidables del Luna. El de las glamorosas noches de «El Zurdo» Lausse, «El Negro» Thompson, «El Puma» Rivero, Cirilio Gil, Nicolino Loche, «Goyo» Peralta, «El Ciruja» Accavallo, «Ringo» Bonavena, «Escopeta» Monzón, «El Zorro» Campanino, La Cruz, Saldaño, Sacco, Castellini, Cachazú, Benelli, Ballas, Galindez y de tantos otros cracks.
Esa postal del promotor asomando a la puerta de su estadio los miércoles o los sábados pudo verse casi tres mil veces durante más de treinta años de su gestión. Pelearon casi veinticinco mil boxeadores, casi treinta peleas por títulos del mundo, dieciocho sudamericanos, y ochenta y siete argentinos. Fue un legado de oro que La Ley del Boxeo necesitaba evocar.
Ninguno de los doscientos sesenta y dos boxeadores extranjeros, entre los que había campeones mundiales o ex campeones mundiales, exigieron firmar un contrato previo o recibir una cifra adelantada porque en el mundo del boxeo el apellido Lectoure era una garantía de confianza.
Estaba en ese podio porque había llevado a Horacio Acavallo a Tokio el día de su consagración un 1 de marzo de 1966. Y manejaba a Carlos Monzón, a «Ringo» Bonavena, a Nicolino Locche, a Víctor Galindez, a «Martillo» Roldán y a otros dieciocho boxeadores argentinos que pelearon por títulos mundiales.
Tito subió más de cien veces sobre algún ring donde un peleador argentino intentara o defendiera una corona mundial, en diecisiete países del continente que fuere.
Lectoure con Monzón en Mónaco 1977
El hombre fue capaz de trabajar dieciocho horas seguidas para rediseñar el estadio por algún cambio de espectáculo, cuidar todos los detalles de la organización, atender a la gente, correr con los boxeadores, entrenarlos, viajar, armar las conferencias, las peleas, etc. Siempre encima de los acontecimientos.
El Luna Park albergó a miles de luchadores, a montones de hombres que buscaron seducir a la fama y la fortuna. Y también despidió, en jornadas tristes, a pedazos de nuestra historia como Pascual Pérez, Justo Suárez, Luis Ángel Firpo, Bonavena, Gardel, Julio Sosa, y a tantos otros más…
El hombre de la historia de hoy una vez confesó que el momento más feliz de su vida había sido el 11 de Junio del 2000, el día que en Canastota, Nueva York, entre mimos, aplausos, fotos, y autógrafos, entro al Salón de la Fama del Boxeo, el lugar al que ingresan solo quienes escribieron la historia grande y eterna.
Tito Lectoure murió el 1 de marzo de 2002, a los 66 años, como consecuencia de una afección cardíaca que lo tenía a mal traer desde hacía un par de meses. Estaba junto a su tía Ernestina. Quién vivió hasta el 2013.
Ese día nos dejó el empresario deportivo más importante del país. Sus restos fueron velados en su Palacio de los Deportes, como no podía ser de otra manera. Los boxeadores y el boxeo argentino sufrieron y mucho por su partida. Hubo claramente un antes y un después de el.
Esta es la historia de uno de los hombres más importantes de la historia del boxeo moderno. Uno de los más grandes de todos los tiempos. Y que no podía falta en nuestro Salón de la Fama La Ley del Boxeo.
LA LEY DEL BOXEO (MATRIX CONTINENTAL 94.9)